Mirada antropológica
Rodrigo Llanes Salazar (*)
Fuente: Diario de Yucatán
a. Las palabras más buscadas en internet en los últimos dos años son “tóxico” y “emergencia climática”, según el Diccionario de Oxford. “Emergencia climática”, porque “se requieren medidas urgentes para reducir o detener el cambio climático y evitar el daño ambiental potencialmente irreversible que resulta de él”, reza el Diccionario. Compartiendo esta preocupación, la revista “Time” nombró persona de este año a la joven ambientalista Greta Thunberg, “un ícono de la crisis del cambio climático (… que) ha sacado el tema del cambio climático de la teoría. Lo ha vuelto humano, tangible y urgente”, a decir del cineasta Darren Aronofsky (“The New York Times”, 2-12-19).
Frente a estas preocupaciones, no extraña que una de las obras más aclamadas de 2019 sea “La compañía”, de la “artista visual que escribe” —como ella misma se define— Verónica Gerber Bicecci, publicada por Almadía. La revista “La Tempestad” nombró a Gerber “Escritora del año”. En “The New York Times en Español”, Jorge Carrión incluyó “La compañía” entre los 10 mejores libros del año, calificándolo como “el libro más fascinante que he leído este año”. La guía “Time Out” de Ciudad de México lo consideró el mejor libro del año, destacando que es “una experiencia única de lectura”.
¿Por qué ha fascinado “La compañía”? La obra está dividida en dos grandes partes: “a.” y “b.”. La parte “a.” consiste en una reescritura gráfica del conocido cuento “El huésped”, de la escritora mexicana Ámparo Dávila, publicado hace cincuenta años. El relato de Dávila es siniestro no solo por la extraña criatura nocturna que irrumpe en la casa de la narradora y que amenaza a su familia, sino también por el abandono emocional y la indiferencia de su marido, que “llegaba siempre tarde (…) Que tenía mucho trabajo, dijo alguna vez. Pienso que otras cosas también lo entretenían…”. “Entre nosotros —escribe Dávila—, desde hacía tiempo el afecto y las palabras se habían agotado”.
En la obra de Gerber, el huésped es sustituido por “la compañía”. La foto que abre el relato nos indica que estamos en Nuevo Mercurio. Más adelante, gracias a imágenes y textos, sabremos que se trata de un poblado minero en Zacatecas. De acuerdo con el “Environmental Justice Atlas” (Atlas de Justicia Ambiental), en 1936 fueron descubiertos los yacimientos de Nuevo Mercurio y entre 1940 y 1944 la empresa Mercurio Mexicano inició los trabajos de explotación. Tras cambiar de propietarios, la minera cerró su operación a fines de la década de los setenta. Sin embargo, la minería no ha sido el único problema de Nuevo Mercurio. Tras cerrar la mina, el pueblo se convirtió en un cementerio tóxico. En las imágenes de “La compañía” vemos un pueblo en ruinas, entre ellas, casi al inicio, una fotografía de un tambo de bifenilo policlorado (BPC), un producto químico industrial producido por Monsanto, considerado uno de los contaminantes más nocivos hechos por el ser humano, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. “‘La compañía es completamente inofensiva’, dirá tu marido con marcada indiferencia, ‘te acostumbrarás’”, son las palabras (re)escritas por Gerber que conviven con esa imagen.
La segunda parte de “La compañía”, “b.”, está compuesta por diagramas, mapas, planos y citas textuales provenientes de diversas fuentes: conversaciones con académicos, con un minero y un periodista, fragmentos de tesis en ciencias ambientales, ciencias químicas y de ingeniería de minas y metalurgias, diagnósticos, reportes, entre otros. A propósito de estos materiales, Gerber ha dicho que “decidí mejor actuar como una editora y que todas las voces en su polifonía cuenten la historia que ya de por sí está llena de huecos” (“El País”, 1-12-19).
Gracias a esa polifonía de voces, conocemos datos básicos sobre Nuevo Mercurio, episodios de las vidas de mineros, características del cinabrio —el material del que se extrae el mercurio metálico—, los impactos ambientales y sociales de la minería, las afectaciones a la salud.
Un periodista nos da a conocer que “La mina cerró definitivamente porque hubo denuncias del sector salud (…) Un día las personas del pueblo, como en una película (…) empezaron a tener cefaleas. Niños y adultos. Y a parte de los dolores de cabeza, sangraban por la nariz. Esto ya fue en los 80”.
Una cita proveniente de una tesis doctoral nos informa que una inspección de la Secretaría de Salubridad y Asistencia identificó en las instalaciones de la mina la presencia y depósito a cielo abierto de diésel, cloro, BPC, alcohol de verduras, entre otras sustancias tóxicas.
Por un informe de la Semarnat sabemos que Clarence William Nugent fue denunciado por introducir ilegalmente dichos residuos tóxicos desde Estados Unidos a Nuevo Mercurio y por derrames sobre el suelo en el área superficial de la mina. Por otra fuente conocemos que Clarence Nugent fue absuelto “al no existir jurisdicción ambiental sobre el caso”. Impunidad tóxica.
Entre las citas que conforman la parte b. encontramos un par sobre el fenómeno del “neoextractivismo”. Entre activistas y organizaciones de derechos humanos se ha vuelto un lugar común denunciar al neoextractivismo y a los “megaproyectos” como proyectos de muerte que despojan la vida y territorio de los pueblos. Dependiendo del punto de vista, la repetición de este discurso puede contribuir a que pierda o gane fuerza.
“La compañía” va más allá de este discurso. Con la reescritura gráfica del relato siniestro de Ámparo Dávila y la polifonía de voces de pobladores, mineros, científicos, periodistas y otras fuentes, la obra logra comunicarnos la sordidez del neoextractivismo, la desolación de los paisajes impactados, la traducción de los abstractos datos químicos sobre los BPC al sufrimiento concreto de los cuerpos expresado en el sangrado de nariz o abortos espontáneos.
b. Al leer “La compañía” no pude dejar de pensar en lo que está viviendo la Península de Yucatán, ya sea en estudios sobre contaminación del agua por plaguicidas como los realizados por el doctor Ángel Polanco, el trabajo de defensa de derechos humanos en casos de contaminación por soya transgénica o por granjas bovinas y porcícolas como los que llevan Equipo Indignación y Carlos Escoffié o en las fotografías y vídeos del periodista Robin Canul, quien ha documentado abejas muertas por plaguicidas, selva tumbada, agua contaminada y envases de plaguicidas tirados en comunidades de la Península.
La Península de Yucatán es un territorio sin minería pero se está intoxicando con otras actividades. En la Colonia, la ausencia de minas hizo que la explotación de la fuerza de trabajo indígena fuese la mayor fuente de riqueza. En cierta medida, la contaminación que sufre la Península de Yucatán no se ve.
Los estudios de Polanco sobre la contaminación del agua nos informan que las poblaciones locales de la zona metropolitana, el sur y la zona ganadera del Estado no perciben los riesgos por la contaminación de plaguicidas porque no son visibles. Pero, cada vez más, la población denuncia pestilencias por granjas, dolores de cabeza, irritación de la piel, entumecimientos por exposición —muchas veces involuntaria— a plaguicidas altamente peligrosos como el glifosato, paraquat, endosulfán, entre otros. Polanco ha documentado que restos de estos plaguicidas se encuentran en la sangre y leche materna de habitantes de Yucatán, lo que debe llevarnos a abandonar nuestro “autismo cosmológico”, nuestra incapacidad de reconocer cómo estamos con otros seres que habitan el cosmos (E. Kohn, “How dogs dream”).
El hecho de que los plaguicidas se filtran en el agua subterránea y terminan en nuestra sangre nos invita a cuestionar las fronteras entre los seres humanos y el ambiente. “La compañía” de Gerber también es un cuestionamiento, no solo de las fronteras entre géneros artísticos, sino de las relaciones con las que hemos llegado a una emergencia climática.
Aprovecho este espacio para denunciar las amenazas de muerte que el defensor del territorio Pedro Uc y su familia han recibido en los últimos días. Las autoridades deben investigar estas amenazas y garantizar la integridad de Pedro y su familia.
rodrigo.llanes.s@gmail.com
Investigador del Cephcis-UNAM
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