Mirada antropológica
Rodrigo Llanes Salazar (*)
Publicado en Diario de Yucatán
¿Es legítima la violencia ejercida por los grupos de autodefensas?, ¿es legítimo que las comunidades indígenas tengan el control de los territorios que habitan?, ¿por qué algunos funcionarios públicos conciben los recursos públicos como si fuesen su propio patrimonio?, ¿la popularidad de Andrés Manuel López Obrador se debe solo a su carisma?, ¿acaso nuestros representantes políticos son políticos por vocación o solo buscan “vivir de la política”?, ¿acaso solo son “cazadores de cargos”?
Esas y otras preguntas un tanto dispares me provoca la lectura actual de “La política como profesión” del científico social alemán Max Weber. Originalmente pronunciada como conferencia en enero de 1919, “La política como profesión” fue publicada como texto en el verano de ese mismo año. Es decir, se trata de un documento de hace cien años, pero hay párrafos que parecen describir la vida política de hoy. Por ejemplo, cuando Weber escribe sobre los partidos políticos: “simplemente que se enfrentan entre sí partidos totalmente desprovistos de convicciones, puras organizaciones de cazadores de cargos, cuyos mutables programas son redactados para cada elección sin tener en cuenta otra cosa que posibilidad de conquistar votos”. Partidos políticos sin convicciones, con ideologías cambiantes según la elección en turno. ¿Nos suena familiar? Acaso más cercana nos resulte aún la vanidad de los políticos sobre la cual escribía Weber. Desde luego, hace cien años no proliferaban las selfis ni había Facebook o Instagram, pero Weber consideraba que “la necesidad de aparecer siempre que sea posible en primer plano, es lo que lleva al político a cometer uno de estos pecados o los dos a la vez”, a saber, la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad.
“La política como profesión”, también traducida comúnmente como “La política como vocación” —aunque, como veremos más adelante, profesión y vocación son dos cosas muy diferentes para Weber— no solo es un texto clásico de las ciencias sociales porque lo que dijo hace cien años sigue siendo, en gran medida, actual. Este trabajo es uno de los más citados de Weber y, sin duda alguna, uno de sus más influyentes, porque en él encontramos algunos conceptos y tipologías que siguen teniendo peso en el análisis político contemporáneo. Con la claridad conceptual que le caracterizaba, Weber nos ofrece en este texto definiciones de algunos de los conceptos claves en la política, como “Estado”, “dominación”, tipos de legitimidad de la dominación, así como su conocida distinción entre la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”.
Así, en “La política como profesión” Weber nos ofrece su muy conocida definición del Estado como “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el ‘territorio’ es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo —continúa Weber— es que a todas las demás asociaciones e individuos solo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite”. Por eso para el Estado son tan problemáticas las comunidades indígenas que exigen ejercer su derecho de libre determinación y a decidir sobre el territorio que ocupan, pues el Estado —de acuerdo con la definición de Weber— encuentra en el territorio su elemento distintivo: para él, nadie más debe tomar decisiones sobre el territorio. Por eso, igualmente, son muy problemáticos los grupos de autodefensas, porque el Estado reclama que él es el único que puede ejercer legítimamente violencia física —ya sea a través de la Policía o el Ejército—.
Un asunto clave, entonces, es la legitimidad: ¿qué sucede si cada vez más grupos consideran ilegítima la violencia ejercida por el Estado?, ¿qué pasa cuando cada vez más sectores de la población creen que es legítimo que grupos de civiles hagan justicia por su propia mano —sobre todo porque el Estado no lo hace—?
Otra de las aportaciones de Weber para el análisis político es su tipología de las formas de legitimidad de la dominación. Si entendemos por dominación una relación por medio de la cual un o unos individuos acatan las órdenes de otro u otros individuos, inmediatamente surge la pregunta: ¿por qué unos determinados individuos deben obedecer a otros? Weber nos ofrece tres posibilidades, que no necesariamente son excluyentes. Puede ser por costumbre, por ejemplo, cuando en un grupo o una familia se expresa que votan por un partido porque “siempre” han votado por ese partido. Se trata de una legitimidad tradicional.
También puede ser porque la autoridad tiene un carisma especial e inspira confianza, admiración y otros atributos que provocan que las personas lo sigan. Andrés Manuel López Obrador es un claro ejemplo de autoridad carismática (nos guste o no su carisma).
Finalmente, existe la legitimidad basada en la legalidad, una legitimidad “racional”. Así, obedecemos a una autoridad no por costumbre o porque sea carismática, sino porque fue elegida en un proceso democrático en un Estado de Derecho (aunque, como sabemos, esto rara vez se cumple del todo).
Legitimidad
La lección es que, en una misma sociedad, pueden coexistir los diferentes tipos de legitimidad —tradicional, carismática o racional—. A Weber le interesa particularmente cómo la legitimidad racional ha dado pie a un proceso de profesionalización de la política, es decir, a la aparición de políticos que se dedican de tiempo completo a la política.
Pues si bien todos somos o podemos ser políticos ocasionales —al votar, participar en una manifestación o firmar algún pronunciamiento—, los políticos profesionales son aquellos que viven “de” la política y “para” la política. Es en este punto que encontramos la diferencia entre la política como profesión y la política como vocación. Sin duda, hay muchos políticos profesionales, es decir, personas que viven de la política y para la política. Muchos de ellos, como dice Weber, son “cazadores de cargos” —sobran ejemplos de políticos que apenas asumen un cargo ya están haciendo campaña para el próximo—. En cambio, la política como vocación implica tres cualidades: pasión, entendida como la entrega apasionada a una causa; sentido de responsabilidad y mesura.
Reunir estas tres cualidades no es nada fácil, pues ¿cómo una persona logra equilibrar la pasión ardiente por una causa con una mesurada frialdad para tomar decisiones? Muchos analistas consideran que algunas de las más notables figuras políticas de la actualidad, como Donald Trump o, en nuestro país, AMLO, parecen responder más a sus pasiones que a la mesura y un sentido de responsabilidad. Lo anterior nos conduce al también conocido planteamiento de Weber sobre las dos éticas: la de convicción y la de responsabilidad. De nuevo, para el científico social alemán, estas éticas no son necesariamente excluyentes, pero en muchos casos algunos políticos actúan solo conforme a una ética de la convicción, es decir, entregados a una causa, sin tomar en cuenta la ética de la responsabilidad, es decir, sin prestar atención a las consecuencias de sus actos.
Al pronunciar su conferencia, Weber, de 55 años, estaba claramente desencantado con los jóvenes alemanes revolucionarios que, entregados a la noble causa de la paz, eran ciegos a las consecuencias de sus actos. Las “sensaciones románticas” de esos jóvenes no le interesaban mucho a Weber. En cambio, escribe, es “infinitamente conmovedora la actitud de un hombre maduro (de pocos o muchos años, que eso no importa), que siente realmente y con toda su alma esta responsabilidad por las consecuencias y actúa conforme a una ética de la responsabilidad, y que al llegar a un cierto momento dice: ‘no puedo hacer otra cosa, aquí me detengo’. Esto sí es algo auténticamente humano y esto sí cala hondo”. Ojalá los políticos de hoy lean el texto de Weber y que, antes de tuitear o tomar una decisión, actúen conforme a una ética de la responsabilidad. Pero recordemos que no se trata solo de responsabilidad, pues la verdadera vocación política requiere también de la pasión por una causa, de convicciones. Así como de la utopía. Termino citando unas palabras de Weber que nos recuerdan a una canción de Silvio Rodríguez: “La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”.
Quienes estén interesados en “La política como profesión”, el próximo jueves 5 de septiembre tendremos en el Cephcis una jornada académica —coordinada por el Dr. Rubén Torres y por el autor de estas líneas— en la que diversos colegas de las ciencias sociales discutiremos las ideas y la actualidad del texto de Weber. Será a las 17 horas y la entrada es libre.— Mérida, Yucatán
Investigador del Cephcis-UNAM
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