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Mirada Antropológica
Rodrigo Llanes Salazar (*)
Fuente: Diario de Yucatán
Anteayer: por primera vez en su historia, Mérida tiene una calle con nombre de mujer: Antonia Jiménez Trava, primera abogada yucateca, defensora de los derechos civiles y políticos de las mujeres.
Ayer: miles de mujeres salieron a las calles para manifestarse en el marco del Día Internacional de la Mujer. Aunque las Naciones Unidas enfatizan que este día es “un buen momento para reflexionar acerca de los avances logrados, pedir más cambios y celebrar la valentía y la determinación de las mujeres de a pie que han jugado un papel clave en la historia de sus países y comunidades”, en los últimos años este Día ha estado marcado por las denuncias contra la violencia de género en todas sus manifestaciones. Por las manifestaciones, protestas, conversaciones, en los hechos este Día internacional se parece cada vez más al del 25 de noviembre, dedicado a la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Hoy: miles de mujeres están ausentes en las calles, en sus espacios laborales y educativos, en redes sociales y otros espacios productivos y de consumo. Aunque la genealogía de este Paro Nacional puede remontarse por lo menos a las islandesas que en 1975 pararon para exigir igualdad salarial, a las polacas que en 2016 protestaron en contra de la penalización del aborto, acaso el parentesco más inmediato de esta acción se encuentre con las argentinas que, desde 2016, han realizado paros para repudiar los feminicidios y todas las violencias machistas y patriarcales.
Como en la Argentina, en México el Paro nacional responde también al gravísimo problema de los feminicidios y las violencias de género. A los brutales feminicidios de Íngrid Escamilla, de 25 años, y de Cecilia Aldrighett, de tan solo 7, y de cientos de mujeres más. Hay acontecimientos en la historia de México que nos hacen aprendernos cifras: Ayotzinapa, en 2014, enseñó que además de decenas de miles de homicidios en el país también había más de 23 mil desaparecidos (hoy se estiman más de 60 mil).
Los feminicidios de este año nos han dejado grabado que el año pasado fueron asesinadas diez mujeres al día.
De acuerdo con Arussi Unda, vocera de Las Brujas del Mar, una colectiva feminista de Veracruz que ha convocado y difundido el Paro, esta acción simboliza la desaparición de las mujeres de espacios públicos, laborales, educativos, “para transmitir un mensaje de enojo y rechazo hacia la violencia que sufren las mujeres”.
Lamentablemente, una buena parte de la conversación en medios de comunicación en torno al Paro ha sido sobre si éste ha sido “domesticado” por autoridades y empresas, con el riesgo de que la acción pierda su capacidad de transformación; o bien, si al Paro se han sumado oportunistas para desacreditar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Por otra parte, muchas notas de medios de comunicación giran en torno al costo en millones de pesos o porcentajes del Producto Interno Bruto que implicará el Paro. Que si tal cámara empresarial o tal banco o entidad financiera estima tanto o cuánto.
Es verdad, todo lo anterior es importante, y si el Paro quiere demostrar cuánto le cuesta a México la ausencia de las mujeres, desde luego que importa cuántos millones de pesos se pueden perder por esta protesta.
Pero más allá del impacto en millones de pesos o de porcentaje del PIB que tendrá el Paro de hoy, importa sobre todo los cambios sustanciales que puede impulsar para erradicar las violencias de género y hacer realidad una de las principales consignas feministas de la actualidad, Ni una más.
Y es que son muchas conversaciones y trabajo que las feministas ya están realizando y a las que el resto de la sociedad debemos sumarnos: ¿qué medidas impulsaremos para una igualdad salarial y laboral?, ¿qué haremos para que las mujeres dejen de trabajar cuatro horas más que los hombres en actividades no remuneradas (según el reciente informe de Oxfam “Tiempo para el ciudadano”)?
¿Qué acciones tomaremos para acabar con la impunidad que deja a los feminicidas libres? No podemos dejar de insistir en una fiscalía que sirva, que responda a tiempo, que no revictimice a las mujeres víctimas de violencia. Incluso, como ya han propuesto algunas personas, debe ser creada una fiscalía especializada en investigar delitos contra las mujeres, que cuente con un decidido apoyo político y de recursos.
¿Qué haremos para impedir el aumento de recortes a guarderías, refugios para mujeres víctimas de violencia, comisiones e institutos que atienden problemas de violencia? Y más allá de destinar más recursos a estas instituciones, debemos exigir también una evaluación crítica de las políticas para erradicar la violencia de género.
Por supuesto, no solo se trata de cambiar instituciones. Sobre todo, debemos cambiar nuestras prácticas, discursos y hábitos cotidianos, porque de poco sirve destinar más recursos a instituciones si las personas que estamos en ellas no cambiamos. Los hombres debemos reconocer críticamente y cuestionar los modelos de masculinidad que hemos aprendido, nuestros privilegios, micromachismos y las violencias de género que hemos naturalizado y normalizado.
Tras varios años de movilizaciones en las calles, protestas y varios paros, las mujeres argentinas han logrado que Alberto Fernández, presidente del país, anuncie que presentará una propuesta de ley para legalizar el aborto. Aunque aún es incierto lo que sucederá con la iniciativa de ley del presidente, sin duda alguna se trata de “una victoria del incansable activismo feminista argentino”, como ha escrito la periodista Estefanía Pozzo (“The New York Times”, 4-3-20). Así como las feministas argentinas han transformado la política de su país, con el Paro de hoy, las mexicanas nos revelan el costo de sus ausencias; que sus ausencias físicas el día de hoy son un símbolo de las invisibilizaciones y violencias que sufren cotidianamente; y que se sus voces ya no volverán a ser silenciadas.—Mérida, Yucatán
Investigador del Cephcis-UNAM