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Patricia Olamendi: Nosotras tenemos otros datos

Entrevista

Andrea de los Santos

SemMéxico, Ciudad de México, 29 de septiembre del 2022.- El Derecho es un instrumento de transformación, Patricia Olamendi Torres lo ha utilizado para proteger y garantizar los derechos humanos a muchas mujeres que han sido víctimas del patriarcado estructural mexicano. Tuvimos la oportunidad de platicar con ella acerca de su trabajo en la materia.

Patricia Olamendi Torres es la creadora de la Red Nosotras Tenemos Otros Datos. Fue consultora internacional de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Coordinó el Comité de Expertas de la Convención de Belém do Pará de 2008 a 2013. En 2012 fue electa por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como experta en los temas de discriminación contra las mujeres en la ley y en la práctica. En la administración pública participó en la Subsecretaría de Relaciones Exteriores para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos. Fue Diputada federal.

¿Cuáles fueron los retos que enfrentó como mujer al iniciar la licenciatura en Derecho de la UNAM?

Patricia Olamendi – El principal desafío fueron los comentarios misóginos por parte de algunos profesores: “estás muy guapa, ¿qué haces aquí?” o “¿vienes a buscar marido?” En aquel entonces había un delito al que denominé “licencia para matar”: era un delito mediante el cual el hombre mataba a su esposa si la encontraba en un acto carnal, o próximo a su consumación, con alguien más, lo que se conoce como “delito de honor”, y la pena era de dos días a dos años de prisión; en realidad ningún hombre iba a la cárcel cuando mataba a su esposa. Una vez, discutiendo en clase de derecho penal, le dije al profesor que eso me parecía una forma horrible de tener el derecho a favor de los agresores; el maestro se empezó a reír.

Patricia Olamendi Torres.

En su trabajo como legisladora, ¿cuál fue la reforma más desafiante de implementar en el país?

P.O. – Yo fui legisladora hace muchos años, de 1988 a 1991. Como diputada tomé la decisión de pugnar por cambiar la ley a favor de las mujeres víctimas de la violencia sexual. En aquel entonces el robo de una vaca tenía una pena mayor que la violación tumultuaria; no existía el abuso sexual, se denominaba “atentado al pudor”. Quise cambiar el tipo de lenguaje que la ley utilizaba y atacar la inexistencia del acoso y el hostigamiento sexuales. Junto un grupo muy pequeño de legisladoras elaboré una propuesta de las nuevas formas de violación, tal como hoy se encuentran en la ley. En algunos casos fue difícil, pero se produjo un fenómeno muy importante: las mujeres de todos los partidos nos unimos y dijimos: vamos por esta reforma. Estábamos tan desesperadas de que aprobaran el tipo penal de violación como la introducción del miembro viril en el cuerpo de la víctima vía anal, vaginal y oral, porque si era de forma oral querían que fuera abuso sexual. Como no pasaba el tipo penal como lo habíamos diseñado, llegué a la mesa de negociación y le pregunté al procurador de la Ciudad de México de esa época: “Señor procurador, ¿si a usted le meten un pene en la boca lo considera violación o no?” El hombre respondió: “Por supuesto”; me volteé con su equipo y les dije: “Ya ven, sí es violación”. Fue la primera reforma que tuvo un impacto hasta la fecha en toda América Latina y en parte de Europa.

¿Es la legislación penal actual más protectora de los derechos de las mujeres?

P. O. – Lamentablemente tenemos un problema muy grave en México: la idea de la soberanía de los estados. Me parece que es un pretexto para que los gobernadores/as hagan lo que se les da la gana. Tener un código penal por cada estado es absurdo, pues eso sólo ha generado lo que podemos llamar ciudadanías diferenciadas y, sobre todo en el caso de las mujeres, porque hay mucho de subjetivo cuando legislas en los temas de violencia contra las mujeres. Yo he insistido en que el código penal único es fundamental. Ni siquiera en España, con provincias autónomas, se dan el lujo de contar con un código penal para cada lugar. Eso fue parte de un pacto de gobiernos que se delegaban el control de la fuerza y el uso del poder, pero hoy en día no se justifica.

Lamentablemente tenemos un problema muy grave en México: la idea de la soberanía de los estados. Me parece que es un pretexto para que los gobernadores hagan lo que les da la gana.

¿Cuáles considera usted que han sido las implicaciones en materia de igualdad de género derivadas de la pandemia?

P. O. – La pandemia nos ha dejado muchas enseñanzas y muchas preocupaciones. Creo que en el caso de las mujeres fue mucho más evidente porque fenómenos como la violencia física en el hogar y la violencia sexual se multiplicaron, lo que dejó claro que para las mujeres el hogar sigue siendo un lugar inseguro y peligroso, sobre todo para las niñas y los niños.

Un grupo de mujeres creamos una red llamada Nosotras Tenemos Otros Datos a propósito de la situación de las mujeres durante la pandemia. Nuestra idea era contrarrestar el discurso gubernamental de que no pasaba nada, de que eran mentira los datos que se estaban publicando, el incremento de la violencia que existía sobre todo en los hogares, y que la violencia en el exterior de los hogares no disminuía. Cada semana presentamos una mesa de trabajo pública para desmentir los datos oficiales con la información que recaban las organizaciones de mujeres en los estados. Encontramos una impresionante diferencia porque muchas entidades federativas ocultan datos, no dicen la verdad de lo que está pasando en materia de violencia porque no quieren que los señalen como estados donde hay muchos feminicidios y violencia, pero las organizaciones sí documentaban esa realidad. Hicimos este contraste durante casi dos años sin parar; un contraste muy agobiante porque generó una confrontación muy fuerte con el gobierno. Incluso fui señalada directamente por el presidente Andrés Manuel López Obrador casi como enemiga del país. Tratábamos de generar conciencia de lo que estaba sucediendo en el interior y fuera de los hogares.

SEM/MG

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