jueves , 9 octubre 2025
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Oscuridad en literatura

Erica Millet Corona

Fuente: Diario de Yucatán

El pasado viernes 20 de diciembre me levanté temprano, me salté los ejercicios matutinos y me dispuse a vestirme para asistir, como cada año desde 2018, al desayuno organizado por la Secretaría de la Cultura y las Artes con motivo del día del escritor. Anunciaron que, en esta ocasión, se llamaría “Encuentro con la palabra”.

Cuando fui secretaria, asistí a dos de estos eventos, y a partir del 2022 participé como escritora, parte de un gremio que antes no era el mío, pero que como funcionaria conocí de cerca y al cual, a pesar de rencillas y desacuerdos, me enorgullece pertenecer.

Conduje el camino hacia la UNAY, donde se llevaría a cabo el convivio y, pese a haberlo transitado muchas veces antes, di vuelta en el sentido opuesto a la universidad una calle antes; me desubiqué por completo. ¿Cómo era posible? “No me juzguen”, les dije a los amigos con quienes había acordado asistir y ya me esperaban en la puerta. Soy desorientada por naturaleza, pero dicen por ahí que cuando una se pierde, en realidad se resiste a llegar.

Lo cierto es que me retiré del evento por motivos personales a los pocos minutos de haber llegado. No haberme quedado a atestiguar el desarrollo de los acontecimientos me mantuvo un par de días con dudas sobre la pertinencia de opinar acerca de lo que ahí sucedió.

Después de charlar con amigos escritores y haber leído comentarios en redes y medios, concluí que era importante externar que más que la desilusión de no encontrar café en las mesas a las que nos convocaron, existe preocupación sobre los mensajes que fueron enviados desde la máxima institución a cargo de salvaguardar el trabajo de las y los artistas en el estado.

Ya lo dijo el escritor Jorge Cortés Ancona: en el evento hubo un “compendio de errores de todo tipo”, y sin duda los más sobresalientes tienen que ver con el desconocimiento de la efeméride y las prácticas que de ella se desprenden. En consecuencia, el “Encuentro” careció del ambiente festivo de otros años y la comunidad literaria asistió para ser regañada por un funcionario capitalino que, sin conocimiento alguno de la esencia de la ocasión, arremetió contra ella.

No hubo alusión a los premios literarios obtenidos por escritoras y escritores de Yucatán durante el 2024; a diferencia de quienes creen que esta práctica solo sirve para ensalzar egos, a mí me parece que deja en la oscuridad lo acontecido este año en materia de literatura y opaca los méritos de quienes con tesón e ingenio consiguen dar visibilidad a su trabajo y proyectar hacia el exterior lo que se escribe y premia aquí y ahora. Si no es la Secretaría el ente encargado de celebrar estos logros, ¿quién lo es? Si no es la Secretaría la responsable de documentar los pormenores de la historia literaria que se va construyendo a partir de cada publicación hecha por yucatecas y yucatecos, ¿quién lo es?

Triste también fue saber que el fallecimiento del maestro Roldán Peniche Barrera, uno de los más destacados escritores que ha dado nuestra tierra, y a quien dolorosamente perdimos este año, fue pasado por alto, así como otras sensibles pérdidas de integrantes del gremio, a quienes se negó el tradicional minuto de aplausos como mínimo homenaje. ¿Es que no se hizo una investigación sobre la agenda del día que se había seguido en otros años?

Sin duda es una tarea difícil la de decantar la lista de invitados. Nunca estarán todos los que deben y, por el contrario, los méritos de algunos serán cuestionables para otros; pienso que hacer una pesquisa cuidadosa sobre la obra publicada en el estado (en general y durante el año transcurrido), puede arrojar luz sobre la importancia de no obviar algunas presencias.

Nos congratulamos siempre con las intenciones de descentralización del arte y la visibilización de la cultura de las comunidades mayas, pero no con la radicalización de una postura que insinúa que escribir en español es un privilegio indecoroso, como muchos otros que aparentemente ostenta una comunidad que abandonó el recinto con la sensación de no ser merecedora más que de reprimendas por parte de la autoridad que debería impulsar su quehacer creativo.

Si algo podemos rescatar de todo esto es la sensación de que una vasta mayoría del gremio está de acuerdo en lo que no debe volver a suceder. No se está nunca en contra de una innovación respetuosa, que abone a políticas públicas equitativas, pero no que elimine sin ningún argumento sensato los espacios de vinculación en los que la autoridad reconoce y da valor a la comunidad artística. Nos quedan cinco años por delante; nuestra intención es que se pueda rescatar lo rescatable y que se escuchen las voces de quienes pueden orientar estas acciones.

Mientras dejaba atrás aquel evento, ansiando llegar a mi casa por una buena taza de café, solo pensaba que, se les llame como se les decida llamar, algunas cosas no pierden el nombre por el que fueron originalmente conocidas, y este evento no será la excepción: la celebración del 20 de diciembre, siempre será el “Desayuno del Día del Escritor”.— Mérida, Yucatán

erica.millet@gmail.com

*Licenciada en periodismo y maestra en relaciones públicas; ex funcionaria del Ayuntamiento de Mérida y del Gobierno del Estado

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