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La detención de Humberto Moreira en el aeropuerto de Madrid no es sino una confirmación de lo que significa un gobierno priísta.
No obstante el desastre nacional, las autoridades mexicanas parecen menos preocupadas que las extranjeras por lo que respecta a hacer su trabajo. Los escándalos de corrupción del ex gobernador de Coahuila sonaban desde hace tiempo con estruendo; pero ello no fue suficiente para iniciar una investigación seria, no se diga librar una orden de aprehensión y mucho menos obtener una condena. Y bueno, si no se trata de prejuzgar, al menos, insisto, se hubiera investigado de forma seria.
A pesar de los escándalos durante su gobierno en Coahuila, consiguió presidir el tricolor, pues estando entre iguales este tipo de “rumores y presunciones” no restan. Y es que si él no hubiera llegado a presidir el PRI por objeciones en materia de honestidad, nadie lo hubiera hecho.
La detención de este corrupto personaje se suma a la vergüenza nacional que el Partido Revolucionario Institucional nos ha hecho pasar estos años, al consagrar a México, de forma indubitable, como un país donde los Derechos Humanos son menos que buenos deseos, al grado en que un caso tan doloroso y cruel como el de los 43 normalistas, sigue sin solución satisfactoria; o como un país donde la corrupción puede ser cosa del presidente de la república, con su casota blanca, llegando al cinismo en el que un miembro de su gabinete lo deja inmaculado. También somos el país donde la democracia es una mercancía con la que se lucra ampliamente, donde aspirar a un cargo público depende enormemente del control mediático y la compra de votos.
La detención de Moreira no constituye una proeza heroica, sino la simple aplicación del derecho, o al menos una “curiosidad” responsable por saber en qué tanto está implicado este tipo. Es algo que debió suceder en México hace mucho tiempo. Como este caso los hay muchos más, y de políticos priístas, sólo que sus actores no han tenido tan mala suerte; el problema es que la justicia no debería ser cuestión de suerte.
No se puede tapar el sol con un dedo. Por más que el PRI mantiene un control monstruoso de los grandes medios, con todo y su simulación burda y cinismo indiferente, no han podido ocultar su verdadera naturaleza y cultura política.
Ante lo sucedido en España nos vemos obligados a exclamar “¡qué vergüenza!”; sin embargo, el PRI jamás lo hará; si no la sienten en los pinos, menos por un ex gobernador y ex presidente de su partido.
Lo importante de todo este asunto es que no estamos obligados a seguir así. Al menos en 2018 tendremos oportunidad de cambiar el rumbo, y aunque no será fácil, evitar vergüenzas como la de Moreira lo vale; evitar otro desastre nacional como el actual, sobra decirlo.