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Sr. Presidente Peña Nieto:
A lo largo de mis 54 años de edad, he visto a mi país en muy diversos estados emocionales. Nunca en mi vida había observado un estado de desánimo nacional como el que hoy se vive en México. GRACIAS A USTED.
Le escribo porque los niveles de cinismo que está ejerciendo -en estos duros momentos de nuestra realidad nacional- resultan ofensivos para millones de mexicanos. Sus discursos, Sr. Presidente, más que generar calma, incrementan la incertidumbre y preocupación sobre el presente y futuro del país. Queda claro que usted está en la recta final de su gobierno. Usted se irá, pero, de seguir así durante lo que queda de su mandato, dejará el país hecho un desastre. Es I-NA-CEP-TA-BLE.
En sus mensajes, Usted reitera una permanente una negación de la realidad o la relativización de los hechos concretos. Esto le ha alejado -día a día- de la sociedad mexicana, que está harta de ser tratada como menor de edad y harta igualmente del engaño y cinismo de una clase política irresponsable, empezando por Usted.
Usted, Sr. Presidente, reiteró permanentemente las supuestas bonanzas que sus reformas estructurales producirían. Por un lado, nos aburrió escucharlo hablar diariamente sobre el mismo tema. Por el otro, nos indignó ver que tales reformas sólo han servido para “formalizar” la repartición de proyectos y obra pública entre las empresas de los “cuates” del Presidente. Si su calidad de orador deja todo que desear (aún leyendo con teleprompter), su credibilidad se ha ido mermando a punta de mentir. Todo ha sido mentira, desde que era candidato presidencial. Y sigue mintiendo. Usted habla de una gestión económica exitosa y el bolsillo de los mexicanos muestra otra realidad. Usted habla de reducción de los índices de criminalidad y la sociedad atestigua que su cotidianidad es el peligro. Así, ad eternum.
Ha llegado la hora, Sr. Presidente, de que Usted entienda que el hartazgo de millones de mexicanos no es tan sólo por el alza al precios de las gasolinas, sino un hartazgo por el cúmulo de mentiras, engaños, corrupciones, estafas, cinismos e impunidades de su gobierno.
Llevamos cuatro años viendo cómo la clase política de su administración ha derrochado el gasto público (gastando dinero como jeques árabes); cómo han arruinado nuestra economía, pidiendo sacrificio a los ciudadanos, pero preservando prebendas, bonos y demás lujos a una clase política irresponsable; cómo los conflictos de intereses son práctica común en su gobierno; cómo la impunidad es la divisa con la que se conduce su administración.
La sociedad mexicana, Presidente Peña, está harta de saqueadores. No sólo de los que en días pasados llevaron a cabo rapiña –de manera “extrañamente” orquestada- contra múltiples comercios en el país. Los mexicanos estamos hartos de esos saqueadores y también de los saqueadores en el ejercicio gubernamental, muchos de ellos, amigos suyos. Entre esos “cuates” del Presidente están los que Usted presumió con orgullo (como ejemplo del “nuevo PRI”) quienes robaron a manos llenas las arcas gubernamentales estatales y hoy se han dado a la fuga, dejando regiones enteras en situación de quiebra. Esos rufianes pudieron huir gracias a su ineficiencia o gracias a su ayuda y protección. Da igual, Sr. Presidente. Se llama IMPUNIDAD. La impunidad tolerada, promovida e incluso disfrutada por el Presidente de la República en la protección de sus intereses personales.
Que sea Usted, Presidente Peña, quien pretenda hoy convocar a la “unidad” de los mexicanos, resulta kafkiano, cuando ha sido precisamente Usted el responsable de este desmadre social.
Usted, Presidente Peña, ha dejado de gobernar. Su voz ya no tiene peso alguno entre los mexicanos. Aburre y harta hasta el hartazgo. Y frente a la amenaza que representa Donald Trump para el futuro de México, el problema central no radica en el personaje que ocupará el Salón Oval de la Casa Blanca a partir del día 20 de enero de 2017. Lo realmente preocupante es que, al mando del timón de ese barco llamado México, se encuentre Usted. Qué peligro.
bgrauet@hotmail.com