viernes , 26 abril 2024
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Llegada del coronavirus

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Fuente: Diario de Yucatán

No quería escribir sobre el coronavirus. El tema ya está en todas partes. Voy al parque y es el tema obligado de conversación con los vecinos. Una me cuenta que su hermana ha comprado veinticinco latas de una marca de atún que les gusta mucho.

Otro que el desabasto de gel antibacterial y papel de baño es por los gandallas que saben que esas cosas se van a agotar, que la gente las quiere comprar y están dispuestas a pagar casi lo que sea por ellas y entonces, pues, revenderán más caro. Que así somos los mexicanos.

En mi Whatsapp la situación no es muy distinta. Casi todos los mensajes son memes sobre el coronavirus y el papel de baño —sigo sin entender realmente por qué la gente se ha obsesionado particularmente con comprar papel de baño—. Otro tanto de mensajes son cadenas de desinformación que hacen todavía más peligroso al coronavirus y a cualquier otro virus y bacteria. Por eso la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha comenzado a hablar de “infodemia”.

Para esta entidad, el coronavirus ha estado acompañado de una sobrecarga de información, tanto cierta como falsa, que dificulta que las personas encuentren fuentes veraces y consejos confiables cuando los necesiten.

“Infodemia” parece ser una palabra pegadiza para una humanidad que ha acogido con gusto la expresión “fake news” (noticias falsas) y ha declarado vivir en la era de la “posverdad”. En esencia, todo remite a lo mismo: el problema de la desinformación. Desinformación que, irónicamente, se hace viral.

Así que en parte decidí ocupar este espacio para tocar esos temas. Para recordar que, en vez de confiar en una imagen que circule en Facebook, Instagram o Whatsapp, que en vez de tomar decisiones basadas en algún texto que circula en alguna cadena en redes sociales —no importa si en el texto se dice que la fuente es una o un renombrado doctor—, que en vez de todo eso, verifiquemos la información. Así de simple: lavarse las manos con agua y jabón y verificar información.

Bueno, no es tan simple. Hace un mes, cuando aún no cundía el pánico en México, un colega profesor comentaba —palabras más, palabras menos—: “sí, parece tan sencilla la instrucción por parte de las autoridades, lavarse las manos con agua y jabón constantemente. ¿Pero qué sucede con las niñas y los niños de todas las escuelas que no tienen agua limpia?”. Un estudio de la OMS y Unicef que monitoreó escuelas en alrededor de cien países entre 1990 y 2016 documentó que un 19 por ciento no dispone del servicio básico de agua o recurre a pozos o fuentes no protegidas y estima que más de 620 millones de niños carecen del saneamiento adecuado en las escuelas.

Particularmente para el caso de México, el estudio de la OMS y Unicef documenta que el 30 por ciento de las escuelas monitoreadas no cuenta con agua y jabón. ¿Cómo pedirle a las niñas y los niños de esas escuelas que sigan las simples instrucciones de las autoridades de salud?

(Lo escribo entre paréntesis porque viene a cuento por lo anterior aunque no tenga mucho que ver a primera instancia con el coronavirus. Hay que garantizar agua limpia para las niñas y los niños, vaya, para todas las personas. Sí, lo digo porque el gobierno del estado de Yucatán ha permitido, cuando no fomentado, la proliferación de granjas ganaderas y el uso de plaguicidas altamente peligrosos sin importar que vulneren el derecho humano al agua de niñas y niños y el resto de la población, como en el caso de Homún o del uso del herbicida glifosato).

Y aunque no puedo evitar guardar siempre cierta dosis de escepticismo con respecto a la información proporcionada por los gobiernos, me parece sensato que, en estos momentos, en lugar de creerle a una imagen de Facebook o un texto de Whatsapp, consultemos a los Servicios de Salud de Yucatán, la Secretaría de Salud del gobierno federal o a la Organización Mundial de la Salud. Revisar la información en sus páginas de internet, si es posible, o hacer una llamada telefónica, si es necesario.

No sé si situaciones como ésta serán más comunes en el futuro cercano. Algunos especialistas pronostican que sí, que el alarmante aumento del nivel del mar, las sequías más severas, los incendios más graves, la contaminación tóxica del agua y otros tantos problemas que solemos englobar en el fenómeno del “cambio climático” tendrán como resultado un mundo más desequilibrado, con más migrantes y refugiados, la aparición de nuevas enfermedades y sí, más compras de pánico que provocarán que las personas se peleen por el papel de baño en un supermercado. De nuevo, no sé si es el futuro que nos depara, pero si algo me ha gustado de este momento han sido las expresiones de solidaridad y empatía. Las personas que se cuidan a sí mismas y procuran cuidar al prójimo. Las personas que saben que los recursos, bienes y servicios son limitados y que es un despropósito intentar acapararlos de manera egoísta, ya sea porque las otras personas nos importen por sí mismas o porque entendamos que los seres humanos somos dependientes los unos de los otros (dicho con otras palabras, de poco sirve tener las manos limpias y la boca cubierta si quienes nos rodean se enferman, pues entonces nos volvemos más vulnerables).

Sobre todo, más allá de la especulación ficticia sobre futuros críticos, destaco las expresiones de solidaridad y empatía hacia las personas que sufren hoy. Como en este mensaje: “Para todos aquellos que ahora tienen 28 paquetes de pasta. Para aquellos que están buscando desinfectante de manos en el mercado negro. Para aquellos que caminan con un cubrebocas y para aquellos que están planeando escapar con sus hijos a un área libre del coronavirus: nunca más menosprecien a las personas que escapan de la guerra y el hambre”.

rodrigo.llanes.s@gmail.com

Investigador del Cephcis-UNAM

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