domingo , 28 abril 2024
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La cruel batalla de Mazalquivir

Por: Franck Fernández Estrada (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Las víctimas del conflicto bélico

La palabra guerra es una palabra muy fea. No es necesario recordar aquí que son algunos personajes bien situados en los gobiernos los que, desde la comodidad de su oficina o comando militar, mandan a la guerra a lo mejor de sus ciudadanos, a los jóvenes de la nación, que no tienen ninguna otra opción que ir a morir para satisfacer las ansias de dominio de sus responsables políticos. En el momento en que escribo estas palabras, el mundo está en vilo ante una eventual Tercera Guerra Mundial. Y, como he dicho anteriormente, todo esto por el afán de un solo individuo, reaccionario, imperialista y revanchista, que no ha sabido superar la idea de que su país dejó de ser un imperio.

Toda esta reflexión me ha llevado a pensar en la última guerra mundial, la segunda. Muchos de nosotros hemos estudiado, hemos visto películas o documentales y hemos leído una enorme cantidad de libros sobre los detalles de esta Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hoy les quiero hablar de una batalla que no es conocida por todos. Es la batalla de Mazalquivir.

Fue en 1830 que se creó el departamento de ultramar de Argelia, país que de esta forma entraba a formar parte del territorio francés. También se le llama colonialismo, pero es necesario reconocer que los departamentos de ultramar franceses disfrutaban y disfrutan de los mismos derechos y obligaciones que los departamentos de la Francia continental. Amén de los propios argelinos que ya vivían en su propia tierra, mucho francés vino a establecerse en este país. Las condiciones eran ideales, puesto que desde los puertos del sur de Francia se podía llegar con gran rapidez a los puertos norafricanos de Argelia. Toda la parte norte del país es muy rica en tierras fértiles y es obligatorio decir que el clima es mucho más benigno que en la Francia continental. En particular se instaló en Argelia mucho alsaciano, a los que se les llamaba “pied noir” y que básicamente se dedicaban al cultivo de la vid y la fabricación de buen vino.

El 1 de septiembre de 1939, con el afán de conquista que ya he descrito al inicio de mi narración, Adolfo Hitler comenzó la Segunda Guerra Mundial. Su víctima fue Polonia. Tenía la intención de anexar toda la mitad occidental de ese país a lo que él llamaba “Tercer Imperio”. El domingo 17 de ese mismo mes, de forma artera, la Unión Soviética entraría a ocupar la parte oriental de Polonia, según lo establecido en el acuerdo que por sus respectivos países habían firmado Joaquín Ribbentrop y Viacheslav Mólotov. Esto es un hecho escrito en la historia con mucha sangre polaca, por mucho que lo quiera negar hoy el actual presidente de Rusia.

Uno tras otro fueron cayendo los países de Europa en una guerra relámpago que utilizaron los nazis con material de guerra sofisticado que habían construido a pesar de las prohibiciones impuestas por los vencedores de la Primera Guerra Mundial. Esta guerra la preparaban los alemanes de larga data. Las grandes potencias del momento en Europa eran Francia e Inglaterra. Alemania logró derrocar a Francia en muy pocos días. El gobierno francés, en vez de salir al exilio como hicieron el de Noruega, Polonia y Checoslovaquia, decidió rendirse de la forma más cobarde.

Ante esta situación, Inglaterra se quedaba como única democracia en Europa en contra de la Alemania nazi en la medida en que, de alguna u otra forma, ya Hitler había conquistado casi todo el territorio europeo. Quedaba la Unión Soviética, pero era aliada de los nazis. Quedaban países “neutrales” como España que poco fingían su neutralidad y otros que sí lograron mantenerse neutrales como Suiza y Suecia. Francia se dividió en dos, la Francia del norte, bajo ocupación de los nazis y la Francia del Sur con un gobierno fantoche y colaboracionista al que se le dio el nombre de “Francia libre”. Su gobierno inicialmente se estableció en la ciudad de Burdeos. Después decidieron establecer su sede en el elegante balneario de Vichy. Con motivo de esta capitulación, Francia firmó un armisticio con Alemania en el que se establecía que los barcos de la armada francesa debían ser llevados a puertos alemanes o italianos para ser desarmados.

Debemos considerar que, en estos momentos, Francia tenía la cuarta armada más importante del mundo después de la de Inglaterra, Estados Unidos y Japón. Sabía muy bien Winston Churchill que en nada se podía confiar en la palabra de Hitler. Una cuarta parte de la flota francesa se encontraba en esos momentos en el puerto de Mazalquivir, en el golfo de Orán. Orán es la segunda ciudad más importante de Argelia. Los ingleses pidieron que los buques de guerra franceses que en Orán se encontraban se entregaran para llevarlos a puertos ingleses. Se les propuso una segunda opción, que era llevarlos a puertos de algún país neutral, por ejemplo, Estados Unidos, que aún no había entrado en guerra. La tercera propuesta era que los franceses hundieran sus propios barcos. Delante del puerto de Mazalquivir esperaba la flota inglesa, bloqueando la entrada del puerto que, por demás, habían minado para evitar la salida de los barcos franceses.

En cuanto a los navíos de guerra franceses, estos se encontraban mirando a la ciudad y dándole la espalda al mar y a los barcos ingleses, posición que les imposibilitaba utilizar sus cañones para bombardear y defenderse de los barcos ingleses. Los ingleses lograron interceptar un mensaje que desde el puerto de Tolón y desde el puerto de Argel llegaban refuerzos para atacar a los sitiadores. Ante esta decisión, el 3 de julio, a las 4:53 minutos de la tarde comenzó el bombardeo, después de haberse agotado el tiempo del ultimátum que el almirante inglés James Sommerville había impuesto a los franceses. Solo uno de los barcos franceses logró salir indemne y llegó maltrecho a la mañana siguiente al puerto francés de Tolón.

En cuanto al resto de la flota, los navíos Dunkerque y Strasbourg fueron hundidos, llevándose consigo la vida de 1,297 marinos franceses. Esta fue una de las peores decisiones que tuvo que tomar Winston Churchill durante la guerra: atacar a los que hasta hacía pocos meses eran sus aliados. Decisión difícil. No obstante, no podemos dejar de entender que Inglaterra no podía permitirse el lujo de que, ya estando solo en su lucha contra los alemanes, también los nazis tuvieran a su favor una cuarta parte de la poderosa y moderna armada francesa.

Esta masacre de marinos franceses fue utilizada tanto por la Francia ocupada como por el gobierno fantoche de Vichy para crear sentimientos anglófobos. Fue así como terminó lo que la historia recoge como “Operación Catapulta”, nombre dado a la operación en la que la Marina inglesa atacó a la francesa, que tan solo pocos meses antes había servido de aliada en contra de la peste nazi.

(*) Traductor, intérprete y filólogo;  correo electrónico: altus@sureste.com

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