martes , 28 octubre 2025
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Introspección histórica: la derecha y los Montejo

LA POLÍTICA EN YUCATÁN

Por Mario Alejandro Valdez

Fuente: Informe Fracto

Desde una perspectiva de derecha, absolutamente ausente de elementos populares, actores, grupos y medios generalmente vinculados con la herencia hispánica, impulsan hoy una cruzada para derribar una poco relevante estatua que se encuentra en el inicio de la larga avenida denominada “Paseo Montejo”. La apuesta es realmente extraña, y nos ha llevado a proponer, desde diversas ópticas, la revisión de las figuras históricas de los tres Francisco de Montejo que fueron protagonistas de la invasión española a las tierras mayas en el siglo XVI. En esta introspección revisaremos la valoración simbólica de estos personajes desde el establecimiento colonial y hasta nuestros días.

En una próxima colaboración abordaremos propiamente la relevancia histórica y connotaciones de la actuación de los Montejo en Yucatán, que se prolongó casi medio siglo, desde el otoño de 1527, cuando el primer intento de conquista, hasta el verano de 1572, al fallecer Francisco de Montejo el sobrino, para ese entonces regidor perpetuo del cabildo meridano. Por el momento, asentemos nada más que, después de una lucha de dos décadas, los Montejo lograron establecer el dominio español sobre una parte significativa de la península de Yucatán, aunque una vez consumado este objetivo, resintieron sucesivos golpes por parte de la Corona, la cual, como sabemos, fue el caso de la generalidad de los conquistadores, procedió a despojarlos de su poder político y económico, substituyéndolos por una burocracia fiel y disciplinada. Francisco de Montejo el Adelantado tuvo que regresar a España a defenderse de acusaciones de fraudes y abusos, en un proceso que quedó inconcluso ante su muerte, en 1553. Francisco de Montejo, el mozo, encontró un panorama cada vez más sombrío en Yucatán a partir de la salida y luego muerte de su padre, y emigró a Guatemala, donde moriría sin mayor lustre en 1565. Y Francisco de Montejo, el sobrino, aceptó un papel secundario, aunque privilegiado, falleciendo, como ya hemos dicho, como regidor meridano en 1572. Algunos de sus descendientes permanecieron en Yucatán, sin ocupar posiciones de mayor relieve, si bien continuaron recibiendo un trato de dignidad, y gozaron de encomiendas y heredades.

Lo que sí conservaron, sin duda, fue el prestigio social entre las élites locales. El matrimonio con un descendiente directo de los conquistadores era un bien social buscado con denuedo, sobre todo por recién llegados y “nuevos ricos”. Así, el poderoso Juan Esteban Quijano y García casó en 1755 con doña Petrona Cetina y Lara, una encomendera que presumía ser descendiente, en octava generación, del Adelantado, conformando una de las familias dominantes de su época. Los Molina Solís, la familia más poderosa de fines del siglo XIX, también alegaban descender de los Montejo. De esta manera, si bien estos conquistadores terminaron sus vidas en desgracia y bajo perfil, las élites criollas que los sucedieron los adoptaron como “padres fundadores”, generando una alcurnia en el imaginario local que no se convalida con lo que realmente vivieron aquellos aventureros.

En 1888, cuando los hacendados henequeneros promovieron un desarrollo urbano exclusivo y privilegiado al norte de la ciudad de Mérida, rindieron a los conquistadores el mayor y más significado homenaje, al denominarlo “Paseo de los Montejo”, que se convertiría en poco tiempo en la avenida más importante de la ciudad. Acotada con el nombre de “Paseo Montejo”, continúa siendo en la actualidad, junto con la llamada “Prolongación Montejo”, el emblema mayor de los servicios, la opulencia y el poder. Si bien la oligarquía ha trasladado su residencia a zonas más al norte, en “Prolongación Montejo” y, en menor medida, en “Paseo Montejo”, se ubican muchos de los centros de entretenimiento y servicios de mayor importancia de nuestra urbe.

En 1930, arreglado el conflicto religioso conocido como “La Cristiada”, los grupos más conservadores, hispanistas y católicos de la entidad invitaron a la orden de los Hermanos Maristas a establecerse en Yucatán para, en violación de las leyes constitucionales, pero en perfecto acuerdo con los gobiernos locales, reactivar la educación religiosa. El nombre escogido para el proyecto educativo fue el de “Colegio Montejo”, un nuevo homenaje a esta familia del siglo XVI. Décadas después, en 1971, el proyecto se amplió con la fundación del “Centro Universitario Montejo”, siempre de raigambre hispanista e ideología conservadora.

Más recientemente, el que fuera el proyecto urbano más ambicioso de su tiempo, muy cerca de la sede del “Centro Universitario Montejo”, fue denominado “Fraccionamiento Francisco de Montejo”, cuya construcción inició en 1993 y hoy, con, un total de 12 etapas y alrededor de 80 mil habitantes, es el fraccionamiento residencial más importante del noroeste de la ciudad. Es de hacerse notar que la denominación fue autorizada por el primer cabildo dominado por el conservador PAN, después de 20 años de gobiernos priístas, y cuando los blanquiazules meridanos estaban muy interesados por establecer una clara distinción ideológica con los tricolores con quienes en aquel entonces estaban confrontados. En el último episodio previo a la coyuntura actual, el alcalde panista César Bojórquez Zapata, inauguró en el inicio de “Paseo Montejo” la estatua que hoy la derecha exige derribar.

Entonces, fueron los criollos yucatecos de la época colonial quienes crearon la leyenda de los Montejo, luego ampliada y romantizada por la derecha, un sector político que surgió como reacción a la Revolución Mexicana, reivindicando lo hispano, lo católico y lo tradicional como “los valores de Yucatán”, para oponerlo al progreso y a la reivindicación social. Derribar sin más la estatua de los Montejo, sin exégesis, sin una ponderación de porque se creó un “Paseo Montejo”, un “Colegio Montejo” o un “Fraccionamiento Francisco de Montejo”, es una cáscara vacía. Para esa derecha, los Montejo ahora son malos porque fueron esclavistas, pero continúan justificando la esclavitud, madre de lo que consideran sus valores y tradiciones. Así como hizo la Corona en el siglo XVI, cuando los condenó después de que se encargaron del trabajo sucio, la derecha actual quiere demoler la estatua, para luego barrer el polvo debajo de la alfombra. Más que derribar la estatua, les interesa ocultar la apología que hicieron en el pasado reciente de los crímenes que hoy dicen condenar.  

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