Franck Fernández Estrada (*)
Fuente: Diario de Yucatán
Si prestamos atención, casi cada gran ciudad del mundo tiene su edificio, su monumento, que de solo verlo podemos darnos cuenta de qué ciudad se trata. En ocasiones son hasta más de un solo edificio o monumento. Cuando vemos el Empire State y Times Square (dos lugares), de inmediato reconocemos la ciudad de Nueva York. Lo mismo ocurre con París. Dos monumentos nos indican que se trata de la Ciudad Luz: la Torre Eiffel y el Arco de Triunfo. Hay otros. En el caso de Sídney su gran puente sobre la bahía y el edificio de la Ópera de Sídney son los que nos hacen reconocer a esta gran ciudad australiana.
Porque sí, la Ópera de Sídney (o Sídney Opera House en inglés) es, sin lugar a dudas, uno de los edificios más emblemáticos del mundo. Con su arquitectura única, su historia fascinante y su importancia cultural tanto para Australia como para el resto del mundo, la Ópera de Sídney ha dejado una huella indeleble en el panorama artístico y urbano global.
Situada en el puerto de Sídney, con vistas espectaculares a la bahía y al emblemático puente de la bahía, la Ópera no solo es un centro de entretenimiento, sino también un símbolo de la creatividad, la innovación y el espíritu australiano.
La historia de la Ópera de Sídney es una historia de audacia, innovación y controversia. La idea de construir un edificio dedicado a las artes escénicas en Sídney surgió en la década de 1940, como parte de un esfuerzo por desarrollar la infraestructura cultural de la ciudad. Australia, entonces una nación joven y en crecimiento, buscaba una manera de afirmar su identidad cultural ante el resto del mundo.
Esto no quiere decir que antes de esta fecha esta ciudad australiana no tuviera una sede para el “bel canto”, pero no era nada digno de ese nombre, más bien había sido un viejo almacén que fue acondicionado con unos 900 asientos que se semejaba más a un teatro de vaudeville barato que a uno dedicado a la bella música.
La propuesta original para la construcción de la ópera fue presentada en 1954 por el entonces ministro de Asuntos Culturales de Nueva Gales del Sur, Joe Cahill, quien propuso que el gobierno estatal construyera una sala de conciertos y teatro que fuera un punto de encuentro para las artes. Se convocó un concurso internacional de diseño para el nuevo edificio y fue en este contexto que se presentó una de las propuestas más audaces y visionarias de la arquitectura contemporánea.
En 1956, el arquitecto danés Jørn Utzon presentó su diseño ganador, que fue una idea radicalmente diferente de lo que se esperaba. Utzon visualizó un edificio que parecía una serie de velas de barco, sus formas curvas evocaban las olas del mar y el movimiento de los veleros que surcan la bahía de Sídney. Este diseño, que parecía estar inspirado en la naturaleza y la tradición marítima de la ciudad, estaba completamente por encima de lo convencional y le dio a la Ópera de Sídney su silueta característica que, con el tiempo, se convertiría en uno de los íconos arquitectónicos más reconocidos del planeta.
Aunque el diseño de Utzon fue brillante y revolucionario, la construcción de la Ópera de Sídney fue todo un desafío. El proyecto se inició en 1957, pero desde el principio, la ejecución del diseño encontró múltiples obstáculos técnicos, financieros y políticos. La forma compleja del edificio y el uso innovador de materiales y técnicas constructivas requerían soluciones arquitectónicas que no existían en ese momento, lo que llevó a la obra a enfrentar varios retrasos y sobrecostos. Además, las relaciones entre Utzon y los responsables del proyecto se deterioraron debido a desacuerdos sobre la gestión del proyecto, lo que culminó con la renuncia del arquitecto en 1966, antes de que la construcción estuviera completa.
A pesar de los problemas, la obra continuó bajo la supervisión de otros arquitectos y técnicos y la construcción finalmente se completó en 1973, con un coste mucho mayor al inicialmente previsto. La inauguración oficial de la Ópera de Sídney tuvo lugar el 20 de octubre de 1973, coincidiendo con el 200 aniversario de la llegada de la primera flota de colonos británicos a Australia. El edificio se abrió con una gala que incluyó una actuación de la Orquesta Sinfónica de Sídney y fue inaugurado por el entonces Primer Ministro, Gough Whitlam.
Sin lugar a dudas, el diseño arquitectónico de la Ópera de Sídney es su característica más famosa y una de las más complejas de la arquitectura moderna. La estructura del edificio es una serie de “velas” blancas, que se curvan hacia arriba, como las velas de un barco. En realidad, estos “capullos” son una serie de 15 enormes “conchas” o “cascarones” que forman la cubierta del edificio, construidos mediante una innovadora técnica de concreto que permite la forma curva de la estructura. La forma de las velas es tan singular que ha llevado a la Ópera a ser considerada una obra maestra de la arquitectura del siglo XX.
Uno de los aspectos más innovadores del diseño es el uso del hormigón curvado y las construcciones geométricas que se entrelazan. Utzon propuso un concepto que no solo era estéticamente impresionante, sino también funcional. La Ópera de Sídney es una maravilla arquitectónica y un lugar de alta calidad acústica y funcionalidad para una amplia variedad de representaciones, desde óperas y conciertos sinfónicos hasta teatro y ballet. El edificio alberga varias salas, incluyendo la Gran Sala de Conciertos, con una capacidad para 2700 personas y la Sala Drama, más pequeña, que puede acomodar hasta 500 personas.
El uso del blanco en la fachada, el contraste con el mar y el cielo azul de la bahía de Sídney, hace que la Ópera de Sídney sea inconfundible. La obra está construida sobre un muelle artificial en Bennelong Point, un punto geográfico estratégico desde el que se pueden admirar vistas espectaculares del puerto de Sídney.
La Ópera de Sídney es todo un símbolo cultural que representa la identidad de Australia y especialmente de su ciudad más emblemática, Sídney. Desde su apertura, ha sido un centro neurálgico para las artes escénicas en Australia y el mundo, acogiendo una variedad de actuaciones de clase mundial que van desde la ópera tradicional hasta producciones de vanguardia en teatro, danza y música.
Uno de los logros más importantes de la Ópera ha sido su capacidad para atraer talento internacional, así como fomentar el desarrollo de artistas locales. Su programación abarca una variedad de géneros y estilos, desde óperas de Puccini y Verdi, hasta obras contemporáneas de autores australianos ofreciendo una plataforma para artistas nacionales e internacionales. La Ópera de Sídney también ha sido sede de algunas de las producciones más importantes del país, incluyendo el Australian Ballet y la Australian Opera.
La Ópera de Sídney ha trascendido más allá del mundo de la música clásica y el teatro. Se ha convertido en un ícono cultural global y ha aparecido en innumerables películas, programas de televisión y anuncios publicitarios. Su silueta inconfundible ha sido utilizada como símbolo de Australia en el cine y ha sido escenario de eventos internacionales, incluidos los Juegos Olímpicos de 2000 en Sídney. La imagen de la Ópera es conocida en todo el mundo y es uno de los puntos más fotografiados del planeta.
La Ópera de Sídney es uno de los destinos turísticos más populares de Australia, atrayendo a más de 8 millones de visitantes anuales. Más allá de su función como centro cultural, la Ópera de Sídney se ha convertido en un símbolo global de Australia, ofreciendo visitas guiadas, conciertos, funciones teatrales y una variedad de actividades culturales. Desde su construcción, ha sido una fuente de orgullo nacional y un motor de turismo que ha ayudado a posicionar a Sídney como una de las ciudades más visitadas del mundo.
La Ópera de Sídney es un ejemplo sobresaliente de cómo la arquitectura puede influir en la cultura y la identidad de una ciudad y de una nación. Con su diseño único, su historia fascinante y su impacto en la vida cultural y artística de Australia, la Ópera sigue siendo una de las estructuras más admiradas del mundo. Representa la ambición y la creatividad de un país joven que ha utilizado las artes no solo como un medio de expresión, sino también como una forma de afirmarse en el escenario mundial.
(*) Traductor, intérprete y filólogo.