sábado , 27 abril 2024
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Homenaje en Chichén

Mirada antropológica

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Para Olga Moguel

Distinguido señor Armando Manzanero Canché:

Le escribo esta carta a propósito de la publicación de un artículo en el periódico “Reforma” el pasado 17 de julio en el que se anuncia que a usted se le rendirá un homenaje en la zona arqueológica de Chichén Itzá, así como de la reciente carta suscrita por más de 140 académicos y trabajadores del sector cultural en México en la cual expresan su preocupación por dicho evento.

Señor Manzanero: usted y su obra son patrimonio cultural de Yucatán y de todo México. Esto quiere decir que, más allá del número de canciones que ha escrito, de la cantidad de discos que ha vendido, o de conciertos que ha celebrado, las bellísimas canciones que usted ha compuesto son creaciones culturales que miles de personas consideramos dignas de conservarse.

Sus canciones tienen tal valor —por sus románticas melodías y sus conmovedoras letras— que miles de personas pensamos que deben preservarse y que futuras generaciones deben poder conocerlas, cantarlas, enamorarse con ellas y de ellas y, también, enseñarlas a las personas por venir.

Al igual que sus composiciones, la zona arqueológica de Chichén Itzá es patrimonio cultural. Como es bien sabido, este sitio ha sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco ya que, al igual que sus canciones, es una creación de la humanidad que vale la pena conservar, para que personas de todo el mundo, del presente y del porvenir, puedan conocer un poco más de lo que hoy llamamos la civilización maya, una de las culturas que mayor fascinación ha provocado en todo el mundo en los últimos siglos.

La palabra “patrimonio cultural” no es sólo una etiqueta que da valor a ciertas creaciones humanas. Ninguna creación es naturalmente “patrimonio”, sólo merecen tal denominación aquellas obras que, insisto, son consideradas valiosas por los seres humanos y que deben ser preservadas y difundidas, porque ellas muestran algún aspecto de la humanidad que nos enorgullece, nos dignifica, así como nos maravilla de nuestra capacidad de crear, de expandir nuestro mundo y nuestras capacidades.

A veces estas creaciones son obras monumentales como el castillo de Kukulcán en Chichén Itzá; otras veces son hermosas canciones que escuchamos en nuestro propio hogar o en algún bar o sala de concierto con nuestros seres queridos.

Si el patrimonio cultural debe preservarse —y existen personas e instituciones dedicadas exclusivamente a dicha tarea— es porque hay circunstancias que lo ponen en peligro. La inevitable marcha del tiempo es una de las fuerzas más poderosas que van enterrando en el olvido a las creaciones humanas. También lo son las fuerzas de la naturaleza, contra las que poco podemos hacer las más de las veces. Sin embargo, hay una fuerza que amenaza al patrimonio cultural sobre la que sí podemos actuar: su mercantilización, o, dicho de otra forma, el predominio del objetivo de obtener ganancia sobre cualquier otro fin. Lamentablemente, la posición mercantilista o neoliberal ha ganado mucho terreno en nuestro país y en otras partes del mundo.

Desde esta perspectiva, lo importante es usar al patrimonio cultural para obtener ganancias, sin importar el conocimiento que las personas obtengan de él o su preservación.

Todo empeora cuando los fines mercantilistas y de lucro se encuentran con las ambiciones de poder de los gobernantes, que organizan magnánimos y elitistas eventos, pomposas ceremonias para adornarse aún más de poder, así como con la opacidad y falta de transparencia en la administración y gestión de los recursos públicos. Chichén Itzá ha sido en los últimos veinte años un lamentable escenario en el que se han encontrado la mercantilización del patrimonio cultural, la pompa del poder y la opacidad en el uso de los recursos públicos.

Me refiero a los conciertos de Luciano Pavarotti, hace veinte años; de Plácido Domingo, en 2008; de Sara Brightman, en 2009, y de Elton John, en 2010.

En todos los casos mencionados, académicos y trabajadores del patrimonio cultural se pronunciaron públicamente sobre la amenaza que eventos de dicha naturaleza significaban en contra de Chichén Itzá y, también, el potencial peligro para las personas.

Recordemos que hace siete años, en el marco de la preparación del concierto de Elton John en la zona arqueológica, la gigantesca carpa de metal del escenario no aguantó el peso del equipo de sonido, se derrumbó y lastimó a tres de los trabajadores. A pesar de este siniestro, completamente evitable, y que algunos no dudaron en atribuir a las travesuras de los aluxoob, el concierto se celebró.

Y a pesar de que Chichén Itzá se vende al turismo mundial como una maravilla de la civilización maya, los mayas actuales, incluyendo a los artesanos y comerciantes que viven alrededor de la zona arqueológica, han estado excluidos de todos estos conciertos.

Así lo expresó, por ejemplo, el sacerdote Valerio Canché a propósito del concierto de Elton John, denunciando que estos eventos “sólo benefician a los dzules (hombres blancos) de dinero, minimizan a la cultura indígena y prohíben entrar a descendientes de los mayas ancestrales”.

Señor Manzanero: me sumo a la carta suscrita por más de 140 académicos y trabajadores del patrimonio cultural para invitarlo a, cito la carta, “que reflexione si la Zona Arqueológica de Chichén Itzá es, con lo referido, el espacio ideal para otorgarle a usted un homenaje ya que, al llevar con orgullo ejemplar en el apellido, pero sobre todo en la sangre, herencia prehispánica, es razón suficiente para poner el ejemplo en respetar la legislación vigente pero principalmente cuidar un espacio que aún es de todos los mexicanos”.

Señor Manzanero: usted tiene la oportunidad de evitar el uso ilegal de Chichén Itzá, patrimonio de toda la humanidad, como un escenario de espectáculos. Usted puede cambiar la sede de la celebración de su homenaje y establecer todo un ejemplo —como también lo hizo el ex Beatle Paul McCartney al cancelar su concierto en el mismo sitio— de lo que significa el valor del patrimonio cultural; demostrar con hechos, y no sólo con declaraciones, que tanto Chichén Itzá como sus composiciones son creaciones dignas de preservarse; que su valor cultural, artístico y humano está por encima de cualquier interés de lucro.

Las autoridades dicen que al realizar estos conciertos ponen a Chichén Itzá, a la cultura maya y a Yucatán frente a los ojos del mundo. Lo cierto es que Yucatán, gracias a sitios como Chichén Itzá y a las canciones que usted ha escrito y cantado, ya está ante la mirada del mundo. No cabe duda que usted ya se ha ganado un sitio a la altura de artistas como Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Sara Brightman, Elton John y Paul McCartney.

El homenaje en Chichén Itzá no hará más grande este lugar que usted ya ha conquistado, todo lo contrario. De cambiar la sede del evento, en cambio, mostrará al mundo el valor de nuestra cultura; demostrará que, realmente, tanto la cultura maya como sus canciones, son creaciones que merecen ser preservadas y conocidas por los seres humanos del presente y del porvenir. Atentamente, Rodrigo Llanes Salazar.— Mérida, Yucatán, México.

 

rodrigo.llanes.s@gmail.com

 

Investigador del Cephcis-UNAM. Presidente del Colegio de Antropólogos de Yucatán

 

 

 

 

 

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