viernes , 26 abril 2024
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Halo de hipocresía

Por  Denise Dresser (*)

Fuente: Diario de Yucatán

No hay que admirar o confiar con demasiada rapidez en los maestros de la moralidad; “hablan como ángeles, pero viven como hombres”, escribía Samuel Johnson.

Esa advertencia vale para el presidente López Obrador, su familia y todos aquellos que hablan de una manera, pero viven de otra. Que denuestan la Casa Blanca pero defienden la casa en Houston. Que fustigan el conflicto de interés de Angélica Rivera, pero rechazan su posibilidad en el caso de la nuera incómoda.

Al excusar en unos lo que critican en otros, evidencian un problema central del gobierno actual. La hipocresía no es solo la doctrina de los conservadores, como argumenta AMLO. También es la suya y la del movimiento que encabeza.

La hipocresía de condenar el aspiracionismo de los ajenos, pero justificarlo para los propios. El puño alzado contra los conflictos de interés de Peña Nieto, pero el guante de terciopelo cuando ocurren dentro de la 4T.

La vara de medición de la mañanera, usada para vilipendiar a periodistas, pero descartada para calibrar a José Ramón López Beltrán, a Manuel Bartlett, a la pareja Ackerman-Sandoval, a Pedro Salmerón, a Julio Scherer Ibarra, a Armando Guadiana, a Ricardo Salinas Pliego, y los que se acumulen en la lista de quienes contravienen la Constitución Moral. Quienes acumulan propiedades o las ponen a nombre de sus parejas o mintieron en su declaración patrimonial o tienen fortunas en paraísos fiscales o se amparan para no pagarle al SAT.

Para ellos no hay admonición, no hay increpación. Para los enemigos, el juicio sumario. Para los amigos, la defensa, el perdón, la evasión. Un gobierno que deplora la injusticia, pero permite que sus allegados sigan disfrutando los beneficios del sistema injusto.

La hipocresía de estigmatizar la aspiración a una vida mejor, y luego defenderla cuando del hijo del Presidente se trata. AMLO y Claudia Sheinbaum denuncian a las clases medias y —al mismo tiempo— justifican que sus familias han llegado ahí por mérito propio, sin tráfico de influencias, sin favores, con el sudor de su frente.

En la versión oficial, Chocolates Rocío no ha recibido un solo beneficio por su asociación con el poder, así como la nuera del Presidente no ha recibido un solo patrocinio de la compañía petrolera para la cual trabaja, misma que tiene contratos con el gobierno.

No son funcionarios y, por ende, no deben ser sujetos al escrutinio público o periodístico. No son ricos, son de “clase media”. No enoja que sean clasemedieros, porque su riqueza no es mal habida. No irrita que sean privilegiados, porque se han esforzado para serlo. Pueden vivir como les da la gana, para eso han trabajado, se lo merecen.

Pero la nueva “verdad histórica” es incongruente con la homilía diaria que se ofrece desde Palacio Nacional. Es incongruente con la exaltación de la pobreza, proveniente del púlpito presidencial. Desde ahí, el Presidente es sinceramente hipócrita. Crucifica en público, pero permite en privado.

La 4T es el decantador de la probidad moral, solo que con huecos, lagunas, hoyos y grotescas excepciones. Como la doble moral y el doble discurso, que recorre las casas de Bartlett, los departamentos de Scherer, las cuentas de Gertz Manero, la colección de carros de lujo de Sánchez Cordero, la fortuna de Guadiana, el estilo de vida de los López Beltrán.

Ellos son buenos y honestos, mientras que los académicos del CIDE son corruptos y privilegiados. Ellos son aspiracionistas honorables, pero los demás son aspiracionistas desleales. La corrupción dentro de la Cuarta Transformación es aportación.

El privilegio en las filas del movimiento es premio a la probidad. Lo único que le faltaba a los lopezobradoristas para ser fariseos era poder. Ahora que lo tienen, se otorgan licencias morales que jamás le permitieron a sus predecesores.

Ahora resulta que la Casa Blanca de Peña Nieto era una desvergüenza, pero la casa de Houston es una muestra de mérito. Angélica Rivera tenía un conflicto de interés con Grupo Higa, pero Carolyn Adams no tiene un conflicto de interés con Baker Hughes.

Quienes poseen doctorados en el extranjero son malditos aspiracionistas, pero quienes poseen casas en el extranjero y están cerca del poder no deben ser molestados, porque es su vida privada. Con estas contradicciones y tantas más, queda exhibido el verdadero crimen del hipócrita que señalaba Hannah Arendt: mentir contra sí mismos.— Ciudad de México.

denise.dresser@mexicofirme.com

Periodista

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