viernes , 3 mayo 2024
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Voto razonado (1 de 4)

Rodrigo Llanes Salazar (*)

Hace unos días algunos de los empresarios más ricos de México hicieron un llamado a sus empleados a emitir un “voto razonado” o —en otras palabras— a no votar por Andrés Manuel López Obrador bajo el pretexto de que su triunfo significaría la instauración del populismo en el país.

Como escribió de manera atinada Jorge Zepeda Patterson ayer en este espacio, el llamado de los empresarios es una práctica autoritaria tan peligrosa para la democracia como puede serlo el populismo. En caso de que los empleados hagan caso a sus patrones, su voto razonado sería en realidad un voto dictado por la autoridad, desde el miedo. Y, además, a los empresarios el tiro puede salirles por la culata y reforzar el imparable ascenso de López Obrador en las preferencias electorales.

Mientras que la elección para la presidencia de la República está virtualmente decidida —el triunfo de López Obrador es inminente— y algunas casas encuestadoras, como Consulta Mitofsky, anticipan que la coalición Morena, PT y PES también cantarán victorias en el Congreso federal y en varias gubernaturas, en Yucatán el escenario se ve bastante distinto.

Para empezar, el principal cargo en disputa en Yucatán, la gubernatura del Estado, se encuentra lejos de estar decidido. Hace unas semanas, las encuestas apuntaban a una contienda sumamente cerrada entre Mauricio Vila Dosal, candidato del PAN y Movimiento Ciudadano, y Mauricio Sahuí Rivero, candidato del PRI, Partido Verde y Nueva Alianza. A finales de abril, una encuesta de “El Universal” reportaba que el 33.4% de los electores votaría por Vila, mientras que el 30.5% lo haría por Sahuí. Por esas mismas fechas, la firma De las Heras Demotecnia documentaba que Sahuí contaba con el 46% de la intención de voto y Vila el 41% (D de Y, 29-4-18). Recientemente, la encuestadora Massive Caller apuntó que el 41% del electorado votaría por Vila y que el 25% lo haría por Sahuí.

La contienda cerrada entre los punteros no es la única diferencia del proceso electoral en Yucatán en relación con la elección nacional. La muy probable victoria de López Obrador ha despertado lo mismo esperanzas y fobias por un cambio en el modelo de desarrollo y en la política del país. En cambio, en Yucatán, la contienda electoral versa exclusivamente sobre la continuidad.

En un artículo publicado ayer en este espacio, el maestro Antonio Salgado Borge apunta no solo que los punteros, Vila y Sahuí, apuntan a la continuidad, sino también que entre ellos no hay mayores diferencias en varios temas y propuestas: el combate a la corrupción y la impunidad, su falta de disposición a anunciar anticipadamente a las y los integrantes de su gabinete (aquí la excepción es el secretario de Seguridad Pública), su visión del modelo de desarrollo, el problema de la contaminación del manto acuífero, la seguridad y su falta de visión sobre derechos humanos (“Guste o no, Mauricio será gobernador”).

Ante una contienda cerrada, en donde los punteros no presentan diferencias sustanciales en las cuestiones fundamentales, muchos nos preguntamos, ¿cómo emitir un voto verdaderamente razonado?

Para atender esta cuestión me gustaría regresar a un libro clásico, “Economía y sociedad”, del sociólogo Max Weber (1922). En el capítulo “Conceptos sociológicos fundamentales”, Weber desarrolla el de “acción social”, entendido como aquellas conductas humanas que tienen un “sentido” para los sujetos.

Uno de los objetivos clave de la sociología de Weber era comprender el sentido de las acciones sociales. Para ello, elaboró una clasificación de cuatro tipos ideales de acción social: la racional con arreglo a fines, la racional con arreglo a valores, la afectiva y la tradicional. Ejemplificaré cada uno de estos tipos de acciones con posibles intenciones de voto.

Uno puede votar de manera racional con arreglo a fines si piensa que votando por equis candidato o partido logrará algún objetivo personal; por ejemplo, ganar o mantener algún puesto de trabajo, obtener algún contrato o licitación, etcétera. Se trata de una acción consciente con la cual el sujeto busca “el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos”.

El voto también puede ser una acción racional con arreglo a valores. Al igual que la acción anterior, ésta es consciente, pero su motivación no proviene de alcanzar un objetivo inmediato, sino por la “creencia consciente en el valor” que representa el candidato o el partido: la “democracia”, la “oposición”, etcétera.

Los otros dos tipos de acciones, la afectiva y la tradicional, en cambio, no son conscientes.

Se ha señalado en este proceso electoral que habrá un voto desde el “enojo” o desde el “miedo”; éste sería un ejemplo de voto afectivo; mientras que votar por el partido por el que uno —o la familia propia— siempre ha votado, sin importar el candidato, las propuestas, las alianzas, etcétera, sería un ejemplo de voto tradicional.

En realidad, como bien explica Weber, los cuatro tipos de acción social anteriormente mencionados no son excluyentes entre sí: uno puede votar por un candidato porque siempre ha votado por el partido que lo postula (a. tradicional), porque siente miedo por el posible triunfo de otro candidato (a. afectiva), porque cree en los valores que el candidato representa (a. racional con arreglo a valores) y porque espera lograr algún objetivo por medio de dicha acción (a. racional con arreglo a fines).

Si bien la clasificación de Weber ha sido cuestionada por diversos autores, me parece una propuesta útil para discutir el voto razonado. Desde luego, en las democracias se espera que los votos sean no solamente “libres” —de intimidación, amenazas, cooptación, compra, etcétera—, sino también “razonados”, lo que en términos de Weber equivale a decir que sean racionales con arreglo a fines y a valores. Yo pienso que tampoco hay que desestimar la dimensión afectiva del voto, pero hay que ser analíticos de nuestros afectos: ¿por qué sentimos enojo frente a tal partido o candidato, por qué nos suscita miedo tal o cual candidato o partido?

Personalmente, pienso que los fines de nuestra acción racional deben estar orientados hacia el bienestar colectivo y no solo al individual, y que los valores de nuestras acciones sean la democracia, la justicia, la dignidad, el goce pleno de los derechos humanos. Desafortunadamente, es difícil medir a los candidatos y a los partidos en función de esos fines y valores.

¿Cómo podemos razonar entonces nuestro voto?

Una primera opción son las propuestas de los candidatos. Lamentablemente, los dos candidatos punteros a la gubernatura de Yucatán dieron a conocer muy tarde sus propuestas de gobierno en sus páginas de internet; la mayoría de los primeros espectaculares contenían solo los lemas de campaña, sin propuesta alguna; solo en algunos periódicos y eventos podíamos escuchar someramente sus propuestas.

De acuerdo con lo expuesto en sus páginas oficiales en internet, las propuestas de Sahuí y de Vila no son muy distintas, aunque las del candidato priista son mucho más detalladas que las del panista. Como ya se ha señalado, ambas son una apuesta por la continuidad; las dos enfatizan el tema de la seguridad, mejores condiciones para la policía, mayor tecnología de vigilancia y continuidad en la SSP (sólo Sahuí aborda el tema de la prevención). Los dos candidatos proponen continuar con un modelo económico basado en la atracción de inversiones, el desarrollo de infraestructura, el fomento del emprendedurismo.

Ambos se pronuncian a favor de un gobierno más abierto y transparente (en este aspecto Vila es más puntual).

Como se ha apuntado, Vila ha enfatizado el tema de la salud a tal grado, que ha dominado el tema de su campaña.

Sin embargo, muchos ciudadanos sabemos que es insuficiente otorgar nuestro voto solo evaluando propuestas, pues sabemos que muchas de éstas nunca serán cumplidas. Por lo tanto, otros factores más relevantes pueden ser la trayectoria de los candidatos, sus equipos de trabajo y las alianzas que han tejido en la búsqueda del cargo.

Desafortunadamente, en este ámbito también nos encontramos con incógnitas: si bien podemos evaluar la trayectoria política de ambos candidatos (el paso de Sahuí por la Dirección estatal de Transporte, como diputado local y federal, y como secretario de Desarrollo Social; el de Vila como diputado local y alcalde de Mérida), ninguno ha estado dispuesto a dar a conocer su futuro equipo de trabajo, información que sería mucho más valiosa a la ciudadanía para emitir un voto razonado.

En resumen: podemos “razonar” nuestro voto con arreglo a fines y valores, y podemos hacerlo evaluando las propuestas de los candidatos, sus trayectorias y sus equipos de trabajo. En las próximas semanas volveré sobre estos temas.— Mérida, Yucatán.

rodrigo.llanes.s@gmail.com

@RodLlanes

Investigador del Cephcis-UNAM

Fuente: Diario de Yucatán

 

 

 

 

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