viernes , 3 mayo 2024
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Elecciones y henequén

Dulce Maria Sauri Riancho

Fuente: Diario de Yucatán

No es acostumbrado —y quizá poco recomendable— que una política narre sucesos acontecidos durante el ejercicio de su encargo.

Sin embargo, considero que la transparencia en los procesos de toma de decisiones pasadas ayuda mucho a iluminar el presente, para no repetir errores, para ilustrar los avances alcanzados y los riesgos de retroceso que se harán realidad si bajamos la guardia.

Del arcón de mis memorias extraigo dos experiencias vividas como gobernadora de Yucatán.

La primera está relacionada con los comicios estatales de 1993 cuando se eligieron gobernador@ y 106 ayuntamientos, comenzando por el de la capital, Mérida.

La otra remembranza tiene que ver con el fin del ciclo de la participación del gobierno en la organización y operación de la actividad henequenera, tanto en la producción de la fibra como en su proceso de industrialización, también concluida hace 29 años.

Elecciones y renuncia de gobernadora. Recién se había creado el Instituto Federal Electoral (IFE) y se había adoptado la credencial de elector con fotografía como una novedad para dar certeza al derecho de voto.

Yucatán sería el primero en “ensayar” en sus elecciones con la nueva lista de electores y sus flamantes credenciales antes de la elección federal del año siguiente, 1994. Los comicios se llevaron al cabo el 28 de noviembre de 1993, ganando la gubernatura con amplia mayoría Federico Granja Ricalde(+).

La elección de Mérida fue muy disputada entre los tradicionales contendientes del PRI y del PAN, logrando el primero erigirse como triunfador con “apenas” una diferencia del 2%.

Los cómputos distritales y municipales se realizarían el miércoles siguiente a la jornada electoral, el 1º de diciembre. El más importante, sin duda, correspondía al ayuntamiento de Mérida. Todavía entonces funcionaban las comisiones electorales; las elecciones las calificaba el Congreso del estado y los recursos para impugnar ante un tribunal electoral recién creado eran sumamente limitados.

Como gobernadora tuve presiones para que impidiera la sesión de cómputo de la comisión municipal de Mérida, con el propósito de anular los resultados que favorecían al candidato del PRI. Me negué rotundamente.

Para desvanecer las presiones que se concentraban sobre mi persona, como responsable política de la entidad, presenté mi renuncia al Congreso del estado la madrugada del 1º de diciembre, misma que semanas después me fue rechazada. El secretario de Gobierno concluyó el periodo el 1º de febrero de 1994, como encargado de despacho.

La situación vivida entonces me hace revalorar la autonomía del IFE, la creación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de los tribunales estatales, así como la conformación de los consejos electorales de los estados.

El conflicto de entonces pudo haberse evitado si hubiesen existido esas instituciones, que fueron creadas más de 2 años después, en la gran reforma de 1996.

Por estas y otras razones el retroceso que pretende la reforma electoral del presidente López Obrador nos conduciría a un pasado de impugnaciones y conflictos que no queremos que regrese, ni en el país ni en Yucatán.

La liquidación henequenera: fin de un ciclo histórico. La principal tarea de los gobernadores de Yucatán desde 1955 consistía en conseguir del gobierno federal los recursos necesarios para transferir a la actividad henequenera, primero a los ejidatarios que cultivaban el agave y después, desde 1964, al complejo industrial de fibras duras más grande del mundo, que fue Cordemex.

Pese a ser habituales, estos fondos no eran considerados en los presupuestos federales, teniéndose que tramitar, año con año, en calidad de “subsidios”.

Esta situación restaba posibilidades al gobierno estatal para fomentar la diversificación económica y atender las graves necesidades sociales de salud y educación, principalmente.

Cuando inicié mi gestión en febrero de 1991 tuve la opción de dejar fluir (comúnmente se dice “patear el bote”) la situación, a pesar de la precaria condición de los campesinos henequeneros (más de 50 mil, con sus familias) y de las enormes pérdidas de Cordemex, transformada entonces en una paraestatal del estado de Yucatán.

Preferí hacer frente al final de un ciclo, transitar hacia un cierre de la presencia omnímoda del gobierno en el henequén y, sobre todo, en dar el primer paso hacia la transformación económica y social de Yucatán.

Fue un proceso complejo, rodeado de tensiones sociales y productivas, que llevó casi la totalidad de mi gobierno.

Teníamos que enfrentarnos a la realidad de las enormes modificaciones del mercado mundial de las fibras duras, muy distinta a las de finales del siglo XIX, cuando sólo en esta tierra se producía el Sisal, nombre con el que se conocía la fibra que alimentaba a las máquinas cosechadoras del campo norteamericano y europeo.

A finales del siglo XX, nuevos países y regiones producían fibra de mejor calidad y a precios más bajos que la nuestra.

Lo más importante: las innovaciones tecnológicas habían desplazado al henequén de su uso ancestral como materia prima para la elaboración de cordeles agrícolas, jarcias, sogas marinas, sacos y tejidos de fibras duras, para ser sustituido por fibras sintéticas.

Como sociedad, no supimos responder a los cambios, nos quedamos en los albores del siglo XX. Y la realidad nos rebasó.

Por estas razones me preocupa enormemente la tozudez del presidente López Obrador en relación al petróleo crudo como combustible fósil, sin considerar la transformación mundial hacia las energías limpias.

De alguna manera, la incapacidad de actuar ante las nuevas condiciones es una condena al fracaso de la política energética nacional, con todas sus implicaciones económicas y sociales.

Yucatán vive desde hace más de 30 años un proceso de reindustrialización que, desde mi perspectiva, se inició con la construcción del puerto de altura de Progreso, inaugurado en 1989.

La base cultural de la industria fue plantada por la actividad henequenera y cordelera del siglo XX. Los gobiernos de finales del siglo pasado y las cuatro administraciones estatales del siglo XXI han sabido darle continuidad a una dinámica desatada cuando se cerró la puerta al ciclo de intervención gubernamental en el henequén, hace 29 años.

Feliz 2023. Gracias por la generosidad del espacio semanal que, por más de 13 años, me ha brindado el Diario de Yucatán. Gracias a ustedes, amig@s lectores, por la amabilidad de su atención.— Mérida, Yucatán.

dulcesauri@gmail.com

Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Ex gobernadora de Yucatán

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