sábado , 1 noviembre 2025

El nudo gordiano

Franck Fernández  *

Fuente: Diario de Yucatán

En el vasto universo de los mitos y las leyendas que heredamos de la Antigüedad, pocos relatos poseen la fuerza alegórica y la vigencia del llamado “nudo gordiano”. Su origen se remonta al mundo griego, en un cruce de caminos entre la historia, la política y la metáfora.

Con el paso del tiempo, la expresión dejó de ser un simple episodio narrado por cronistas para convertirse en un símbolo cultural que trata de explicarnos los problemas humanos, las decisiones colectivas y las tensiones sociales.

El nudo gordiano nos habla de una antigua profecía vinculada con la ciudad de Frigia, en Asia Menor, aquel reino vinculado a la representación de la República con su gorro frigio. Según la tradición, relatada por autores como Arriano y Quinto Curcio Rufo, los habitantes de esta región consultaron un oráculo en busca de guía, pues no lograban hallar un rey capaz de conducirlos con la paz y prosperidad que esperaban.

El oráculo respondió con una frase enigmática: aquel que llegara a la ciudad montado en un carro y atara su yugo con un nudo imposible de deshacer sería el legítimo soberano. La profecía se cumplió cuando Gordio, un campesino humilde, apareció en su carreta. El pueblo lo aclamó rey y su carro fue consagrado en el templo de Zeus en la capital del reino de Frigia, Gordión. Allí permaneció como objeto sagrado, y su nudo, tejido de corteza de cornejo y apretado con tal destreza que nadie podía encontrar su principio ni su fin, se convirtió en un desafío legendario.

La segunda parte de la historia es bien conocida. En el siglo IV antes de Cristo, Alejandro de Macedonia, en plena campaña de conquista hacia Oriente, llegó a Gordión. Le mostraron el nudo y le explicaron que la tradición afirmaba que aquel capaz de desatarlo conquistaría Asia. Alejandro intentó primero deshacerlo, pero ante la imposibilidad, tomó su espada y lo cortó de un tajo. “Tanto da soltarlo como desatarlo”, habría dicho. Con ese gesto no solo cumplió la profecía, sino que creó una de las metáforas más duraderas de la historia occidental: la idea de que algunos problemas, aparentemente irresolubles, no se vencen con paciencia o técnica, sino con una acción audaz y directa.

En la Antigüedad, el gesto de Alejandro fue interpretado como muestra de su genialidad y su destino manifiesto como conquistador. Con el tiempo, la expresión “cortar el nudo gordiano” pasó a designar toda solución que, en lugar de seguir los caminos convencionales, recurre a la creatividad, la decisión o incluso la ruptura radical con lo establecido.

Este símbolo ha atravesado siglos, culturas y lenguas, llegando hasta nuestros días con intacta vitalidad. ¿Por qué? Quizá porque toca una fibra muy humana: la lucha frente a los problemas que parecen enredarse sin fin al punto de no encontrarles solución. Todos conocemos en la vida diaria nudos que no tienen un cabo visible: dilemas sentimentales, conflictos familiares, disputas políticas, crisis sociales. Y todos, en algún momento, hemos sentido la tentación o la necesidad de “cortar por lo sano”.

La metáfora del nudo gordiano se presenta en cualquier aspecto de la vida: por ejemplo, en la vida amorosa, el nudo gordiano aparece con frecuencia en la forma de triángulos sentimentales, dependencias emocionales o relaciones donde los problemas se han vuelto demasiado complejos para resolverse con palabras. La solución de Alejandro inspira a reconocer que, en determinados momentos, prolongar la discusión solo aumenta la confusión. Se requiere entonces una acción firme que, aunque dolorosa, libere a las personas atrapadas.

Lo mismo ocurre en la historia, que está llena de situaciones en las que los pueblos se ven atrapados en problemas aparentemente insolubles: luchas de poder, tensiones étnicas y desigualdades sociales. Los líderes que marcan época suelen ser aquellos capaces de “cortar” esos nudos, ofreciendo soluciones inesperadas.

Un ejemplo evidente es la abolición de la esclavitud en distintas partes del mundo. Durante siglos, el sistema esclavista fue visto como una estructura demasiado enraizada en las costumbre del ser humano de todo el planeta para desmontarse poco a poco. Fue necesario un acto decisivo (por ejemplo, la proclamación de leyes de emancipación, la guerra de secesión en Estados Unidos, los movimientos abolicionistas en América Latina) para cortar de raíz un problema moral y social que parecía indisoluble.

Hoy, en nuestros días, seguimos usando la expresión en múltiples contextos. Aparece en titulares de la prensa que hablan del “nudo gordiano” de la economía mundial, de la política migratoria o del cambio climático. La metáfora funciona porque condensa en una imagen visual la angustia y la esperanza de quienes buscan una salida.

Cada uno de nosotros puede identificar sus propios nudos: la acumulación de tareas, las contradicciones laborales, los dilemas éticos, los problemas domésticos o vecinales. El mito nos recuerda que, aunque los problemas complejos requieren paciencia y reflexión, no debemos descartar la posibilidad de un acto decisivo. A veces, la valentía de una palabra clara o de una renuncia necesaria equivale al tajo que nos cuenta la historia utilizó Alejandro Magno para romper con el nudo que los frigios le presentaban.

La historia del nudo gordiano además de ser una curiosidad de la Antigüedad también es un relato que, transmitido a través de siglos, se convirtió en un símbolo de creatividad, audacia y solución inesperada de un problema. Su impacto en las relaciones humanas y sociales radica en que refleja nuestros dilemas más íntimos y colectivos: cómo enfrentar lo que parece irresoluble.

Ahora lo tiene claro, querido lector. Cuando se encuentre con su nudo gordiano tome en consideración romper de cuajo con el mismo para darle solución. Ya no los dejó claro el gran Alejando Magno.

*Traductor, intérprete y filólogo.

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