viernes , 3 mayo 2024
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“Dormían en el suelo”

Varias vecindades del Centro alojan a los chiapanecos

 

Los chiapanecos que venden en calles de Mérida prefieren la explotación laboral que regresar a sus pueblos de origen donde la pobreza extrema, la marginación y la calidad de vida son peores.

Desde Mérida pueden enviar algún dinero a sus padres con el ahorro que realizan mediante la abstinencia de muchas cosas y por ello quienes llegan a la ciudad tienen el consentimiento de sus familiares.

Hay quienes desde hace 10 años son vendedores ambulantes y ya formaron sus propias familias, con dos o tres hijos. No piensan en regresar a Chiapas, por lo que rentan cuartos y algunos mandan a la escuela del barrio de San Juan a sus descendientes en edad escolar. Dicen que tienen mejor vida en esta ciudad que en sus pueblos de origen.

Las vecindades que hay en los alrededores de la terminal de autobuses ADO son los negocios más beneficiados con el arribo de chiapanecos porque rentan pequeños cuartos en $2,000 mensuales. Para solventar este gasto forman grupos de 15 personas en un solo cuarto y se dividen el costo.

“Yo vi cómo dormían”, cuenta una persona que tiene un micronegocio frente a una vecindad de la 68 con 67.

“Dormían en el suelo en tapetes y colchones viejos”, relata. “Se escoraban en el piso y dormían. Se acurrucaban y dormían. Las mujeres que venden en las calles desde temprano regresaban al mediodía para comer. Compraban comida hecha y comían lo poco entre quienes son familiares”.

Hace como dos años, los 30 chiapanecos que vivían en dos cuartos de la vecindad de la calle 68 se mudaron a otro lugar porque el bar “Caracoles” trabaja hasta de madrugada y no los dejaba dormir por los ruidos y la música. Pero no se alejaron, buscaron casas pequeñas semiabandonadas y las rentaron por el mismo rumbo del ADO y el barrio de San Juan. Quienes consiguen pareja entre el propio grupo y tienen hijos viven en un cuarto individual con sus vástagos y la mujer ya no sale a vender, por lo que cocina para su marido y le lava la ropa, pero cuando hay la necesidad, carga al o los menores y también sale a vender.

Los chiapanecos son muy desconfiados y su código es no contar nada de su vida personal y laboral. La Comisión de Derechos Humanos del Estado realizó hace cinco años un estudio sobre la situación de los vendedores chiapanecos y el primer obstáculo que no pudo sortear es la obtención de abundante información.

“Hablan y conversan entre ellas en su idioma, casi no hablan español”, dice nuestra fuente. “No hablan con cualquiera y si quieres preguntarle, callan. Son muy reservados. Ni yo que las veía y saludaba todos los días me agarraron confianza”.— Joaquín Chan Caamal

El reportero recorrió la calle 66 y 68, de la 63 a la 73, la calle 67 con 64 y 70, que es donde le informaron que viven los chiapanecos y chiapanecas, y dos de las vecindades localizadas ya están deshabitadas. En algunos casos se dividieron porque hallaron cuartos donde pueden vivir solo familiares y en otros porque es más barato.

A unos metros del parque San Juan, sobre la 67, muchos chiapanecos rentan departamentos. El letrero del negocio informa que todo el día cuesta $150 y también lo renta por mes. De allí entran y salen los ambulantes y desde afuera del edificio se aprecia una larga construcción de dos pisos.

Otro lugar que aloja a chiapanecos es el segundo piso de la sorbetería La Principal, el cual administra una persona masculina de ese estado. Una pequeña escalera que da a la calle lleva al segundo piso del local. Se vio a una chiapaneca de la tercera edad barriendo el cuarto y que salió al balcón para recoger ropa que tenía tendida en los barandales cuando se inició la lluvia. Cuando bajó la basura del cuarto, el reportero le preguntó sobre el horario de trabajo de la sorbetería. La mujer de edad avanzada sólo dijo “no sé” y subió rápidamente al cuarto.

Ella tenía los dos ojos con una secreción de lagaña, por lo que se sospecha que tiene alguna enfermedad ocular.

Gente que vive cerca de las vecindades de los chiapanecos informaron que no todos se dedican a la venta de ropa y artesanías. Hay quienes consiguieron trabajo de paleteros, eloteros y dulceros. A los paleteros, el patrón les proporciona un triciclo acondicionado con nevera y techo y los pone a trabajar. Otros ya compraron sus bicicletas y van de bar en bar para vender cigarros, chicles, dulces y otras golosinas que portan en unas cajitas tipo bolero. Pero también hay eloteros, perreros, taqueros, meseros de fondas y otros oficios del comercio informal.

La Codhey reportó en su informe de investigación que otros lugares donde viven los chiapanecos son una vecindad con 10 cuartos que está en la calle 71 entre 60 y 62 donde son huéspedes aproximadamente 20 personas. En un cuarto de 9 metros cuadrados viven 3 personas y les cobraban $35 por noche. Otros lugares de vivienda masiva son en la calle 68 entre 67 y 69 y la 66 entre 71 y 73, pero en estos dos últimos lugares ya los desocuparon.

Poco a poco dejan el hacinamiento porque quienes forman familias viven en forma independiente, aunque en pequeños cuartos sin las comodidades y servicios de un hogar.

Ellas obtienen las mercancías que venden en Mérida de las personas que las traen en camionetas cerradas o se las envían por paquetería y recogen en la terminal ADO.

“Veo que salen con sus diablitos (carretilla) y van a la terminal y regresan con bultos negros bien sellados, son la ropa que les mandan desde Chiapas”, señala la fuente.

Otras personas reportaron que cada semana llega una camioneta, se estaciona en la puerta de la sorbetería La Principal y entrega bultos negros a las chiapanecas. También hay reportes de que otra camioneta se estaciona a las puertas de Plaza Diamante y reparte la mercancía.

En otra entrega daremos detalles del estudio que realizó la Codhey sobre las vendedoras chiapanecas.

Chiapanecos Ventas en el Centro Histórico

La mercancía que venden se las traen en camionetas o se las envían por paquetería.

Zonas

El reportero recorrió la calle 66 y 68, de la 63 a la 73, la calle 67 con 64 y 70, que es donde le informaron que viven los chiapanecos y dos de las vecindades localizadas ya están deshabitadas.

San Juan

A unos metros del parque San Juan, sobre la calle 67, muchos chiapanecos rentan departamentos. El letrero del negocio informa que todo el día cuesta $150 y también se renta por mes. De allí entran y salen los ambulantes, y desde afuera del edificio se aprecia una larga construcción de dos pisos.

Labor

Gente que vive cerca de las vecindades de los chiapanecos informó que no todos se dedican a la venta de ropa y artesanías. Hay quienes consiguieron trabajo de paleteros, eloteros y dulceros.

Fuente: Diario de Yucatán

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