sábado , 27 abril 2024
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Combate a la inseguridad

Dulce María Sauri Riancho (*)

Fuente: Diario de Yucatán

La mayoría de las personas desconfía profundamente de las promesas de las y los políticos en campaña. No es de ahora, aunque en fechas recientes se ha registrado una mayor devaluación de las palabras que salen de las bocas de mujeres y hombres empeñados en convencer a sus conciudadanos de darles su voto.

Pero el deterioro más grande de la credibilidad se vive cuando se trata de la seguridad, de las promesas de combatir el crimen y garantizar una vida libre de violencias para todos, muy particularmente para las mujeres.

Felipe Calderón no prometió en campaña emprender una guerra contra el crimen organizado. Circunstancias políticas y la solicitud del entonces gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, llevaron a ordenar la entrada de las fuerzas armadas a la tierra brava del cardenismo, dando inicio a un sexenio de choque frontal contra los cárteles de entonces.

Enrique Peña Nieto en campaña prometió paz. Al inicio de su gobierno hubo logros, pero la tragedia de Ayotzinapa desdibujó los intentos de reencauzar las políticas públicas en materia de seguridad. También Andrés Manuel López Obrador se comprometió a pacificar al país que, según sus dichos de campaña, se encontraba ensangrentado. Nunca, en ningún momento de su largo proselitismo en pos de la presidencia de la república mencionó López Obrador que sacaría a las Fuerzas Armadas —Ejército, Marina, Fuerza Aérea— de sus cuarteles para sustituir a las policías civiles responsables de la seguridad pública.

“Abrazos, no balazos” es el mantra de este sexenio, con su saldo sangriento de más de 180,000 muertes violentas a la fecha.

Ahora las candidatas y el candidato a la presidencia de la república prometen, de nuevo, paz. Combate a la delincuencia, al crimen organizado, a los delitos de alto impacto que atentan contra la vida y los bienes de las personas. Otra vez la impunidad se pone en el centro del debate, pues la inmensa mayoría de los delitos que se denuncian —que son mucho menos de los que se cometen— nunca son investigados y sus culpables puestos a disposición de la justicia. De palabra, las dos candidatas a la presidencia están conscientes de la situación, pero su manera de abordarla difiere notablemente.

Ya es lugar común señalar que el 30 por ciento del territorio nacional, casi una tercera parte, está dominado por las bandas del crimen organizado. Son los lugares, incluyendo ciudades con centenas de miles de habitantes, donde se vive en la zozobra, cruzando los dedos para no tener la mala suerte de encontrarse con un fuego cruzado o en la mira de algún grupo que quiere cobrar derecho de piso.

No me detengo mucho en la propuesta de “segundo piso” de la candidata Sheinbaum (CS) en materia de combate al crimen organizado, pues es lo mismo que se ha aplicado en los últimos 5 y medio años. Vale señalar que en su documento “Cien pasos para la Transformación”, el tema más sentido para las y los mexicanos apenas ocupó 15 de las 383 páginas y la mayoría de éstas están dedicadas a atacar al poder Judicial federal.

Fiel al estilo de su jefe y mentor político, CS arremete contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y apenas desliza con mucho cuidado un cambio de ruta de la centralización y control del gobierno federal de los recursos destinados a la seguridad pública, para proponer dotar a los estados de fuerzas policiacas adecuadas a su responsabilidad de proteger a la ciudadanía.

En los análisis de la candidata oficialista no hay evaluación crítica de lo acontecido durante el gobierno lopezobradorista. Tal parece que Claudia Sheinbaum se propone continuar con la estrategia de los “Abrazos” que, ni duda cabe, han sido para los delincuentes. Y los “Balazos”, nada indica que dejarán de recibirlos las y los ciudadanos.

De los miles de desaparecida/os, de las madres buscadoras, de los más de 50,000 cuerpos sin identificar, nada. La candidata oficialista ni siquiera los consideró dign@s de ingresar a su catálogo de promesas.

Xóchitl Gálvez promete “rescatar” a las Fuerzas Armadas de las tareas civiles (construir trenes, aeropuertos, repartir medicinas y vacunas, manejar las aduanas, etc.) para reenfocarlas al combate de las organizaciones más violentas. Le da también un peso importante al fortalecimiento de las policías locales, dotándolas de recursos suficientes para realizar sus funciones. Plantea la suscripción de un “tratado para la seguridad de América del Norte”, con Estados Unidos y Canadá, para enfrentarse conjuntamente a las amenazas de los cárteles internacionales, el tráfico de armas, drogas y personas en la región.

Xóchitl sí le da “prioridad nacional” a la búsqueda de personas desaparecidas. Reconoce la necesidad de librar a los pequeños negocios de la extorsión “ciudad por ciudad, calle por calle”. Se compromete a impulsar medidas para facilitar la denuncia de las víctimas de actos delictivos y generalizar la práctica de la participación de las policías en las tareas de investigación. XG se propone tejer una red nacional de solidaridad para combatir conjuntamente la inseguridad. Sumar a la ciudadanía y a los gobiernos —federal, estatal, municipal— será su principal tarea.

¿Vale la pena creerle a alguna de las dos candidatas a la presidencia? ¿A la que ofrece continuidad de una política fracasada? ¿A la que intenta revertir el dominio del crimen organizado sobre extensas regiones del país, sobre las carreteras, el transporte, la agricultura, etc., etc.? Y si le creo. ¿confío en ella?

López Obrador decepcionó a muchos que creyeron y confiaron en él. Tenemos que ser conscientes de este sentimiento legítimo que embarga a numerosas personas de todas las edades. Superar la incredulidad y la desconfianza es una difícil tarea. Quizá una confesión llana de la complejidad de dar resultados inmediatos, pero infundir la certeza de tener un rumbo claro y la determinación de construir la paz en medio del dolor de millones de familias víctimas de la delincuencia puede ayudar. Y llamar a una estrategia de emergencia nacional que permita sumar a tod@s quienes creemos que un país en paz sí es posible… y que nos lo merecemos.— Mérida, Yucatán.

dulcesauri@gmail.com

(*) Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Ex gobernadora de Yucatán

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