viernes , 26 abril 2024
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CARLOS MÉNDEZ BENAVIDES Y LA ÉTICA MÉDICA

DR. ARTURO BRAVO GORENA

Con mucha tristeza me enteré del fallecimiento de Carlos. Su pérdida me provocó pesar y una cierta sensación de soledad, no sólo porque ya no voy a poder estrechar su mano y disfrutar de su amena charla y buen humor, sino porque su ausencia deja un vacío significativo en el ámbito de la lucha por los derechos humanos relacionados con la salud y la sexualidad. Sus luchas sociales son bien conocidas porque se sabía hacer escuchar, era parte de su propio ser, ese que fue construyendo a fuerza de no dejarse, de no callarse, de no rendirse ante el poder.

A manera de despedida quiero compartir una experiencia que construimos y compartimos durante más de diez años y que probablemente a pesar de su enorme importancia sea poco conocida por quienes no participaron en ella. Me refiero a su inclusión como invitado permanente y colaborador en el taller “Ética Médica” que forma parte del plan de estudios de la Licenciatura de médico cirujano de la UADY. Este taller se imparte a todos los alumnos que cursan el 5° año de la carrera. En él se analizan temas como: muerte, eutanasia, interrupción del embarazo, diversidad sexual, VIH y comercialización de la medicina.

El discurso médico dominante suele ser entre otras cosas moralista, machista, excluyente, y sordo a lo que no sean sus verdades, es decir a sus conocimientos basados en la biología. Es un discurso de poder, que detenta su propio saber, el que le conviene para ejercer la dominación sobre cuerpos, sujetos y grupos humanos. Tratar de ir más allá de lo biológico para poder escuchar a las personas en su diversidad y singularidad es un desafío permanente    

El tema central de la ética es analizar y definir lo que es bueno para cada quien y para la colectividad, argumentando satisfactoriamente cada decisión, en el entendido de que en otras circunstancias dicha decisión podría cambiar, es decir no hay universales. La ética médica tiene como objetivo procurar el bien de las personas que reciben sus servicios. Sin embargo en las discusiones sobre esto temas, sólo hay médicos y médicas, casi nunca se escuchan las voces de los principales afectados por estas decisiones, los pacientes.

Invitar a Carlos y a sus acompañantes a participar activamente en el taller de ética con el tema VIH, fue un intento de ruptura con las formas tradicionales de relación médico paciente. Al darle la palabra a personas con VIH-SIDA gravemente afectadas por el rechazo social y médico les dimos el lugar que ocupa el médico/profesor, hicimos un cambio de lugar y nosotros nos pusimos en el lugar de aprendices. Esta primera experiencia tuvo tan favorable efecto en nosotros, profesores y alumnos, que decidimos que Carlos y su grupo se integraran de forma permanente al equipo de trabajo del taller de ética médica. Él aceptó gustoso y sin recibir ninguna remuneración nos apoyó desde entonces de forma continua y entusiasta hasta que llegó la pandemia…

 Durante estos quince años de colaboración permanente, no todo fue miel sobre hojuelas.  La posición crítica del taller siempre resultó incómoda para algunas autoridades. Cada cierto tiempo recibíamos presiones para acotar nuestro enfoque crítico.

 Desde el principio Carlos me sugirió invitar a algunos residentes de su albergue Oasis San Juan de Dios para que dieran testimonio de su experiencia como portadores del VIH.

Durante las sesiones Carlos hacía un recuento de la evolución del VIH SIDA en Yucatán y las continuas luchas para lograr una atención y un trato dignos. Nos ilustró con anécdotas de corrupción médica individual e institucional, de rechazos y maltratos a todos los niveles, incluso de agresiones físicas, en algunos casos de persecución y amenaza por diferentes instancias. Incluyó en sus relatos no sólo a la medicina, también a miembros de la jerarquía eclesiástica y a varios políticos y funcionarios de los gobiernos municipal y estatal, en todos ellos prevalecía el moralismo y los prejuicios por encima del respeto y el trato digno. Sus comentarios fueron evidenciando un lado oscuro y poco conocido de quienes detentan el poder. Él logró visibilidad ante los ojos sorprendidos de muchos alumnos que ya habían dejado de ver o nunca habían visto la dolorosa injusticia en la que viven muchos mexicanos.

Después de su intervención que solía ser, a pesar de lo trágico del tema, amena y a veces salpicada de buen humor, seguían los testimonias de algunas personas que habían aceptado su invitación a compartir su experiencia con nosotros. Escuchamos a personas travestis, sexoservidor@s, desemplead@s, pobres, amas de casa, y una amplia gama de diversidad sexual. La escucha fue atenta y respetuosa. Las mismas personas que habían estado tendidas en una cama de urgencias o en algún pabellón, casi invisibles, marginadas y tratadas con temor, estaban ubicadas en el lugar del profesor y tenían la palabra y la escucha que no tuvieron antes. Relataron sus tragedias, su dolor, su tristeza, su desamparo, su fragilidad y también su deseo de ser tratados con dignidad. Todo eso fue escuchado porque había una relación horizontal, humanos pensando y aprendiendo juntos sin importar los títulos.

Me atrevo a afirmar que a partir de esa experiencia que se logró gracias al compromiso de Carlos con este proyecto de formación médica, el taller de ética tomó nuevo aliento y produjo efectos significativos en quienes hemos participado. No sólo nos mostró la importancia de la escucha desprejuiciada de aquellos que sufren por problemas de salud, si no que abrió nuestra mirada a otros horizontes para poner sobre la mesa de discusión de la ética médica temas como la diversidad sexual, la violencia, la injusticia en el sistema de salud, todo ello aterrizado en lo cotidiano, en lo próximo, en lo actual.

 Quiero terminar mi comentario con la siguiente anécdota.

Después de varios años de estar participando en los talleres, en una sesión un alumno le hace la siguiente pregunta a Carlos :  ¿Han obtenido algún cambio en el trato que reciben de los médicos?  A lo que él respondió: desde hace algún tiempo los alumnos que han participado en el taller, nos reconocen, nos saludan y nos tratan con respeto, cada vez es más frecuente…

Esta respuesta sintetiza la enorme importancia de su colaboración a la medicina y a la ética.  No cambió el mundo, pero provocó muchos cambios, todos los que pudo. Dejó huella en muchos. Con sus palabras y sus acciones mostró que a pesar de todo es posible vivir con dignidad.

 Muchas gracias Carlos por tu valentía y tu coraje, gracias por todo lo que desinteresadamente nos compartiste, te reitero mi profunda admiración y respeto.

Dr. Arturo Bravo Gorena

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