lunes , 1 diciembre 2025
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Víctimas del crimen

Rolando Castillo Tun (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Cada época tiene sus riquezas y desafíos, cada generación afronta los retos propios de una sociedad que evoluciona para bien o mal. Todos hemos asumido acontecimientos que marcaron nuestra forma de pensar y decidir cómo deseábamos vivir nuestra existencia actual.

Sin embargo, la evolución gestada por el fenómeno de la globalización y las redes sociales han provocado un sorprendente cambio de ciclo sustancial; palpado hoy en la generación de adolescentes que atraviesa por crisis y enfermedades neuronales propias de este siglo.

En este entorno, los chicos se ven expuestos a presiones sociales y culturales que pueden aumentar su vulnerabilidad ante el crimen organizado. Factores como la falta de apoyo familiar, el acceso limitado a oportunidades educativas y la búsqueda de aceptación en grupos pueden influir en sus decisiones y ponerlos en riesgo.

Con tristeza contemplamos situaciones violentas que en el pasado eran impensables o poco conocidas, como el caso del reciente asesinato de Carlos Manzo, Alcalde de Uruapan, perpetrado por Víctor Manuel Ubaldo Vidales de tan sólo diecisiete años de edad; adolescente que según el testimonio de su misma familia era adicto a las metanfetaminas.

Y que seguramente ante dificultades personales y sociales vivía conflictos internos de soledad o depresión, los cuales lo expusieron a ser presa fácil de algún grupo delictivo para poner fin a la vida del alcalde, quien soñaba por un estado mas justo y denunciaba todo aquello que lo impedía por encubrimiento del mismo gobierno en turno.

Ahora la pregunta ineludible es: ¿Cómo estamos educando a nuestros niños, adolescentes y jóvenes para afrontar el presente y tener un futuro prometedor? Si analizamos la realidad con detenimiento Víctor Manuel, originario de Michoacan, durante su corta vida creció rodeado de violencia generada por grupos delictivos como la familia michoacana, los caballeros templarios o los grupos de autodefensa.

Indudablemente las extorsiones, el cobro de piso y apodos como el Chayo, la Tuta formaron parte de su vivir cotidiano.

Por esto, como Iglesia Católica Mexicana asumimos el sentir doloroso y preocupante de tantas familias que atraviesan por dificultades y retos en la promoción de valores sólidos que gesten personas emocionalmente estables.

Como bien ha expresado la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), en comunicado del pasado dos de noviembre: “Llamamos a todos los mexicanos que están provocando esta violencia fratricida a detenerla y respetar la vida de todos, pues cada hermano es un don de Dios del que se nos pedirán cuentas cuando estemos ante Él: “Caín, ¿dónde está tu hermano?” (Gn 4,9).

Nadie nació para hacer el mal y nadie encontrará su camino de felicidad transgrediendo la dignidad de su prójimo.

Por lo tanto, será necesario unir esfuerzos entre autoridades civiles y eclesiásticas, trabajar coordinados para revertir en nuestro México la creciente vulnerabilidad que adolescentes y sociedad están experimentando.

El descontrolado contenido violento que los medios digitales ofrecen, la aparición de plataformas con identidades anónimas y por lo tanto, peligrosas, están influenciando la forma de pensar y actuar de nuestras generaciones actuales. La exposición a videojuegos con contenido agresivo desde muy temprana edad repercuten en el sano desarrollo de los niños y sus conductas.

Como ministro de culto puedo afirmar la creciente atención urgente de casos en los que los padres de familia no pueden aconsejar y mucho menos controlar el modo de obrar violento de sus infantes; la descontrolada dependencia a los dispositivos electronicos y la negativa aceptación de buscar equilibrio en el uso de los mismos, es una realidad conflictiva a la que los progenitores se enfrentan con sus hijos.

Por tanto, el desafío es enorme y la manera de afrontarlo retadora, pero nos corresponde no evadir la responsabilidad que tenemos como adultos e instituciones a generar conciencia de educar desde la infancia en valores trascendentales.

“Estamos convencidos que todos los mexicanos somos responsables de construir la paz: familias, maestros, comerciantes, empresarios, miembros de las diversas denominaciones religiosas y ciudadanos de los tres órdenes de Gobierno, todos estamos llamados a defender los valores de nuestra Patria que nos permitan vivir dignamente, en paz y libertad”, dicen los obispos mexicanos.

Que el doloroso asesinato de un alcalde más no quede en el olvido; que el gobierno actual no lo siga minimizando o utilizando para continuar culpando al pasado, sino sea motivo para tomar conciencia de hacer algo urgente en favor de la paz y nuestros adolescentes vulnerados por la falta de atención.— Mérida, Yucatán

padrerolandocastillo@icloud.com

Sacerdote católico

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