Mirada antropológica
Rodrigo Llanes Salazar (*)
Fuente: Diario de Yucatán
El mes pasado, la conocida empresa de juguetes Mattel lanzó al mercado la Barbie del Día de Muertos. Con la cara pintada como catrina y portando un vestido negro decorado con mariposas monarca y flores de cempasúchil, esta muñeca fue anunciada como una celebración de la cultura mexicana. “Normalmente revisamos distintas maneras para mantener involucradas a las chicas y a su familia para que adquieran conocimientos y celebren culturas”, expresó Michelle Chidoni, portavoz de la empresa.
En un artículo sobre la Barbie del Día de Muertos publicado en “The New York Times”, Sandra García explica que “en la cultura mexicana se cree que el Día de Muertos (2 de noviembre) es cuando se abre un portal. A través del cual las almas de los muertos pueden convivir con las de los vivos, festejo en el que se rinden honores a seres queridos que han fallecido” (NYT, 12-9-19).
Antes de continuar con el debate sobre la Barbie del Día de Muertos, detengámonos un momento en una de las expresiones empleadas por García: “en la cultura mexicana”. ¿Es correcto hablar de la “cultura mexicana” o de la “cultura estadounidense” o la “cultura yucateca”? ¿De qué estamos hablando cuando usamos la palabra “cultura”? Como con toda palabra, el significado de “cultura” depende del uso que se le esté dando en cada situación.
En el artículo del “New York Times”, cultura remite principalmente a una tradición celebrada por un pueblo. Pero su significado es problemático: ¿acaso todos los mexicanos creen que el 2 de noviembre se abre un portal que conecta a los muertos con los vivos? Desde luego que no. Pero supongo que resultaba más sencillo escribir “en la cultura mexicana” que “para las creencias de algunos mexicanos”.
Pero además de remitir a la tradición de un pueblo, el uso de la “cultura mexicana” en el artículo del “New York Times” también remite a otro sentido actual de la cultura, aquel otorgado en el contexto de la discusión sobre la “apropiación cultural”. En este caso, cultura remite a algo con significado, a un valor con arraigo local, en contraposición al frío interés material de las mercancías. “Obviamente es apropiación cultural (…) Todo se trata de publicidad (…). ¿Acaso nuestra cultura se está beneficiando económicamente de ello?”, comentó sobre la Barbie Mariluz González, conductora de un programa de radio entrevistada para el artículo del “New York Times”. Así, el uso de “cultura” en este caso se vincula con otras “conversaciones” sobre la apropiación cultural. Por ejemplo, cuando la Secretaría de Cultura federal de México denuncia la apropiación cultural que han cometido empresas como Carolina Herrera y Louis Vuitton al emplear elementos de bordados artesanales de las comunidades de Tenango de Doria, del Istmo de Tehuantepec y de otras regiones del país.
En este caso, cultura remite a patrimonio, a un referente de identidad valioso que hay que defender frente a extraños enemigos, ya sean viajeros y expedicionarios europeos en el siglo XIX denunciados de saquear piezas arqueológicas o empresas globales que usan motivos de diseños indígenas en sus mercancías de lujo.
Pero, como anunció la portavoz de Mattel, para otras personas la Barbie del Día de Muertos es una celebración de México, un homenaje que puede ser motivo de orgullo para los mexicanos. Me permito citar el comentario de una cliente en Amazon: “Se nota la delicadeza y la calidad en cada detalle de la muñeca: esta (sic) preciosa! (…) Cuando leí que saldría esta Barbie la verdad no sabía que pensar porque el día de muertos se ha comercializado muchísimo y a veces sin cuidar el verdadero significado de la tradición, pero decidí arriesgarme y comprarla para regalarsela (sic) como colección a mi sobrina, que precisamente vive fuera de México, y la verdad es digna de enorgullecerse”.
En el comentario de una persona podemos apreciar los diversos usos de la noción de cultura en el caso de la Barbie de Día de Muertos: la connotación negativa de la mercantilización (o comercialización) de la cultura, la idea de que las tradiciones tienen significados “verdaderos” y que la muñeca es un homenaje, que provoca orgullo. Más interesante aún es que la muñeca fue un regalo para una persona que vive fuera de México: ¿ella es parte de la cultura mexicana aunque no viva en México?, ¿qué significa la “cultura mexicana” cuando no todas las personas en México comparten esa cultura y cuando personas que viven en México sí lo hacen?
En este punto cabría ofrecer una definición del concepto de “cultura”. El inconveniente es que, en 1952, los distinguidos antropólogos Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn compilaron 164 definiciones de “cultura” y, en 2006, Sandra Faulkner, John Baldwin, Sheryl Lindsley y Michael L. Hecht identificaron otras 313 definiciones del término.
A pesar de la gran diversidad de definiciones de cultura, la genealogía de esta palabra y algunas discusiones contemporáneas sobre el término pueden ayudarnos a delimitar el sentido del concepto. De acuerdo con Faulkner y sus colegas, la palabra cultura proviene del latín “colere”, que significa labrar la tierra. El término derivó en el latín “cultuvare”, que significa preparar la tierra para cultivos, así como en “cultus”, que significa cuidar de, desarrollar, adorar o rendir culto.
Estos sentidos pasaron al francés, en donde “culture” significó labrar la tierra, al alemán “kultur”, también con un sentido de desarrollo agrícola —aunque más tarde también a las personas que se cultivan con conocimientos—, hasta pasar al inglés, en donde la palabra “culture” se usó como un grupo o personas que comparten un sistema de ideas, creencias, normas, entre otros elementos. Las definiciones que nos ofrece actualmente el Diccionario de la Real Academia Española conservan los sentidos anteriores: “1. Cultivo. 2. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social. 4. Culto religioso”.
Como ilustra el caso de la Barbie de Día de Muertos, resulta difícil seguir definiendo cultura como el conjunto de modos de vida y costumbres de un grupo social. La “cultura mexicana” no es el conjunto de modos de vida y costumbres de la población mexicana. Sin embargo, es común seguir escuchando o leyendo usos de la cultura en ese sentido. Por ejemplo, cuando se habla de la “cultura milénial” o una “cultura digital”, la cual estaría conformada por diversas “subculturas”: desde la cultura de los “influencers” hasta la de los “tipos de las esposas” (sí, un artículo del “New York Times” refiere a la subcultura de los tipos de las esposas, hombres casados que publican contenido sobre sus esposas -NYT, 13-6-19).
Aunque existan cientos de definiciones sobre cultura, muchos estudiosos coinciden en que la cultura es una creación humana, a través de la cual nos adaptamos al mundo y le damos sentido a la realidad, ya sea de manera consciente o no. Como creación humana, la cultura es transmitida socialmente y se expresa en prácticas, discursos, conocimientos, tecnologías, normas y valores.
Y todo esto tiene lugar en relaciones de poder entre personas y grupos. Así, las y los estudiosos de la cultura hablan del tema cada vez menos como sustantivo equivalente a un grupo (por ejemplo, la “cultura maya” o la “cultura yucateca”) y refieren más a la cultura como un adjetivo, a una dimensión —creativa, significativa, colectiva— de la vida humana.
Pensar la cultura como creación humana para dar sentido y adaptarnos al mundo, que es compartida y transformada de manera colectiva en el marco de relaciones de poder, en vez de concebirla solo como sinónimo de modo de vida y costumbres de un grupo puede ayudarnos a abordar de manera crítica discusiones sobre la “apropiación cultural” como en el caso de la Barbie de Día de Muertos. Sobre todo, puede ayudarnos a ser más críticos con las añoranzas de grupos “identitarios” que añoran una “cultura homogénea” —homogénea blanca— en Alemania, Hungría o los Estados Unidos.
Recordemos que el asesino de El Paso, Texas, que mató a 22 personas, denunció que una “invasión hispana” estaba provocando un “reemplazo cultural” en los Estados Unidos o que grupos ultraconservadores rechazan las reivindicaciones de derechos humanos de grupos feministas y LGBT al considerarlas —erróneamente— “marxismo cultural”. Son usos peligrosos de la noción de cultura ante los que hay que recordar que los estudios sobre cultura nos recuerdan que no hay grupos culturalmente homogéneos y que los roles de las mujeres o el matrimonio no son fenómenos naturales sino creaciones humanas que han variado en el tiempo y en el espacio.— Mérida, Yucatán.
Investigador del Cephcis-UNAM
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