Por: SemMéxico
Sara Lovera*
SemMéxico, Cd. de México, 13 de octubre, 2025.-Es obligado mirar atrás en estos días en los que se quiebra el alma ante la corrupción, la complicidad y la impunidad, caldo de cultivo de la violencia contra las mujeres en todos los rincones de México.
Mirar atrás permite contar avances y retrocesos tras un siglo de resistencia y lucha, donde es imposible ignorar la persistencia de los crímenes cotidianos.
Nos toca mirar atrás e identificar resultados, conseguir poder, ese que la feminista peruana Virginia Vargas define como tener poder para poder hacer.
La democracia genérica llama a juntarse, a unirse toda clase de mujeres para derribar puertas y ventanas, prejuicios y diferencias, con el fin de desarticular el asesinato mayor: el que anula la justicia. Juntarse para aprender y fortalecerse, a pesar de las dificultades y los aprietos producto del patriarcado.
Las mexicanas, a lo largo del siglo XX, construyeron muchos frentes y alianzas plurales. Comunistas y mujeres de la Revolución Mexicana, socialdemócratas, obreras y campesinas, nos dieron una lección del valor del diálogo en nuestras causas comunes. Hoy urge hablar entre nosotras, para derribar el crimen y la polarización que nos acosa.
En el 4º Congreso de la colectiva 50+1, ese fue el mensaje: estar, efectivamente, todas. Las que tienen oportunidades y las que no las tienen. Las excluidas. Las felices y las que viven heridas; las buscadoras de justicia; las que quieren poder y las aplastadas por ese poder en manos del patriarcado.
Es buena idea juntarse sin prejuicios, como lo hicieron nuestras ancestras y lo hacen nuestras contemporáneas. Está probado que es el camino para avanzar en derechos e igualdad. Juntarse desde distintos partidos, miradas, experiencias personales, orígenes económicos y sociales, si hay un propósito común como la igualdad y los derechos. No es fácil, pero es posible.
Las mexicanas, una y otra vez, avanzaron solo con frentes y alianzas en los últimos cien años. Hicieron dos congresos en 1916; lograron acuerdos entre obreras, campesinas, políticas, creadoras y científicas, con principios y demandas precisas como el divorcio, la educación, el aborto y el voto. Hoy se impone músculo para abolir la violencia contra las mujeres y vencer las resistencias misóginas.
Nuestra historia es clara: conseguimos el voto y la paridad total, leyes y reconocimiento a nuestros derechos, fruto de lo sembrado por el Frente Pro Derechos de la Mujer (1935), el Parlamento de Mujeres (1998), la Convención Nacional Avancemos un Trecho, Mujeres en Plural, Nosotras Tenemos Otros Datos y un largo etcétera. Juntas y plurales lograron los planes de igualdad, diagnósticos y compromisos en los gobiernos, alguna vez hasta presupuestos.
Mucho se explicó este 9 de octubre en San Luis Potosí, aunque nos acosa la polarización, curtida por la impunidad y la violencia.
Era el Cuarto Congreso. Vi mujeres llenas de energía: empresarias, indígenas, académicas, legisladoras, jóvenes significativamente diversas, comandadas por Claudia Corichi García. Muchas preguntaban dónde estamos y qué depara el futuro. Compartían experiencias y planes.
Su mensaje fue claro: ser “poderosas”, contribuir al cambio e incluir a todas, también a las que esperan justicia. Una justicia que llevó bajo el brazo el libro Revelaciones de un crimen de Estado: impunidad, corrupción y complicidad, de Soledad Jarquín Edgar, relato del feminicidio de María del Sol Cruz Jarquín, su hija, que busca justicia desde hace siete años. Sin duda, una llamada de atención. Todo ello, gracias al espacio generoso del Congreso.
Escuché en el antiguo Centro de Convenciones decenas de historias, exitosas y de obstáculos persistentes. Estoy convencida de que no basta con crecer individualmente; el desafío es alcanzar la igualdad y la justicia para todas. No estaremos quietas mientras exista la violencia feminicida.
50+1 tiene tarea. Veremos.
*Periodista, editora de género en la OEM y directora del portal informativo semmexico.mx