miércoles , 26 junio 2024
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El atentado a Lenin, Fanni Kaplán

Franck Fernández Estrada (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Magnicidios ha habido mucho en la historia de la humanidad. Son cientos los casos que podríamos señalar: el asesinato de Filipo de Macedonia, el asesinato de Julio César apuñalado al entrar al Senado romano, Carlos I de Inglaterra a quien se le cortó la cabeza, María Estuardo, reina de Escocia que tuvo el mismo destino; el guillotinamiento de Luis XVI y de su esposa María Antonieta.

En la historia reciente hemos visto algunos otros magnicidios. Uno impactante que me viene a la mente es el asesinato de John Kennedy. También tenemos el asesinato de Abraham Lincoln, el intento de asesinato a Juan Pablo II, los más de 600 intentos frustrados por parte de la CIA para eliminar a Fidel Castro (lo que para mí va contra todas las leyes fundamentales de la estadística) y así muchos otros.

Hubo un personaje que marcó un parteaguas en la historia, no solo de su Rusia natal, sino de toda la historia de la humanidad al crear un estado proletario. Inicialmente en febrero de 1918, después de la abdicación del Zar al trono, se estableció un gobierno burgués gracias a elecciones y donde el Partido Bolchevique obtuvo solo el 17% de los votos.

En octubre hubo un golpe de estado que llevó al poder a los bolcheviques. Por cuestiones tácticas, el nuevo gobierno desplazó la capital de San Petersburgo (que en ese momento había cambiado el nombre por Petrogrado) a Moscú, distanciándola de cualquier invasión posible. Desde el principio, el partido de Lenin mostró ideas mucho más radicales a las del partido contrario, los mencheviques.

A pesar de ser minoría, ellos se hacían llamar bolcheviques, palabra que viene del vocablo ruso que significa mayoría y a los socialistas, que realmente eran mucho más numerosos, se referían a ellos como minoría. Había quedado demostrado que al poder no se podía llegar por la urnas, que había que tomar el poder con las armas.

Fue de esta forma que se preparó un golpe de estado el 7 de noviembre de 1918, ya con fecha del calendario gregoriano. La señal fue dada por un cañonazo del acorazado Aurora que se encontraba fondeado en el río Neva. Todos a una invadieron los Ministerios, las instituciones, las estaciones de policía, las estaciones de telégrafo y telefonía y el Palacio de Invierno, sede que era no solo del gobierno, sino también de la Duma, como se llama el parlamento ruso. Entre los bolcheviques y mencheviques se declaró una verdadera guerra fratricida por el poder. La solución más rápida era el asesinato político.

El día 30 de agosto de 1918, Lenin tenía que presentarse en una fábrica de armas al sur de Moscú, la fábrica Míjalson. Para los bolcheviques era muy importante contar con una buena cantidad de armas ante la perspectiva de una guerra civil y una inminente invasión extranjera, como fue el caso. Los obreros necesitaban ser arengados y adoctrinados con las nuevas ideas de la dictadura del proletariado. La ideología comunista estaba poco impregnada entre los trabajadores rusos y con estas constantes reuniones de politización se les explicaba a los proletarios y campesinos el cómo y el porqué de esta revolución y la necesidad de ahogar en sangre a las otras clases dominantes: la nobleza y los burgueses.

Por otra parte tenemos a una joven de origen judío. Su nombre completo era Fanni Iefómovna Kaplán. Había nacido en una familia de judíos pobres y era uno de los ochos hijos de la familia. Su padre era maestro en una pequeña escuela judía rural. Nunca asistió a la escuela. Fue en casa que recibió una rudimentaria educación. A los 15 años ya se había escapado a Odessa con el fin de encontrar trabajo. Fue en esa ciudad donde encontró al que sería el amor de su vida, Victor Garski, quien la afilió al Partido Social Revolucionario. Junto con su novio, en un Hotel de Kiiv, preparada un atentado contra el gobernador general de la ciudad. Por un descuido, les explotó la bomba en las manos, siendo una mucama del hotel la única víctima fatal de este accidente. Su novio huyó y la policía zarista la detuvo enviándola durante 11 años al gulag de Akatúy, el más severo gulag para mujeres que existía en Siberia. No fue condenada a la pena máxima por ser menor de edad. Las malas condiciones en Akatúy y, sin lugar a dudas, las consecuencia de la explosión del atentado fallido hicieron que casi perdiera la vista.

Fue sometida a varias operaciones, incluso durante el periodo que estuvo presa, gracias a las cuales logró recuperar un poco de visión. Llegó a distinguir claridades y bultos en lugar de personas. Cuando triunfa la revolución burguesa de febrero del 17 son liberados todos los presos políticos y Fanni se regresa a su Ucrania natal instalándose en Simferópol. Allí trabajó y continuó tratamientos para mejorar la vista. Fanni, al igual que el resto de revolucionarios, consideraban que Lenin había traicionado los principios de la revolución y como tal debía hacerse justicia. Para eso ella también se presentó aquel 30 de agosto de 1918 en la fábrica Míjalson y, una vez que le había terminado su discurso, ya saliendo de la fábrica y casi a la caída de la noche Lenin, se detuvo con un pequeño grupo de personas que le dieron conversación. Mientras tanto, desde detrás de un coche apareció Fanni Kaplán, gritándole: -Camarada Lenin, y tirando a boca de jarro tres tiros con una pistola FN 1900. Al grito de Fanni, Lenin se da la vuelta y uno de los tiros atraviesa el abrigo viniendo a herir a una de las mujeres con las que estaba conversando el líder soviético. En total, en el cuerpo de Lenin se encontraron tres heridas más de balas. Es decir, hubo cuatro disparos, al menos había cuatro orificios en el abrigo del líder. Lenin se negó obstinadamente a ser llevado a un hospital, temeroso de que todo esto formara parte de un complot, puesto que ese mismo día ya había sido ajusticiado otro dirigente bolchevique en Petrogrado. Lo llevaron directamente al Kremlin, donde los médicos y enfermeras en el lugar hicieron lo posible para salvarle la vida.

Si Fanni no le hubiera gritado a Lenin, si este no hubiera dado la vuelta, el destino del mundo hubiera sido completamente distinto. A partir de ese momento, y seguramente también a consecuencia de las tres heridas que recibió, la salud de Lenin comenzó a decaer drásticamente falleciendo finalmente de una apoplejía en 1924. Los miembros de la futura Checa, la seguridad de la joven república, querían eliminar rápidamente a Fanni. De ello se encargó Yákov Sverdlov. Este siniestro personaje acababa de llegar de los Urales, donde había asesinado a la familia imperial junto con sus empleados.

En fin de cuentas, no se encontró ninguna prueba material de que fuera Fanni la autora de este atentado. Un soldado, como la vio cerca de los hechos, la detuvo. A favor de que la hipótesis de que Fanni fue la verdadera autora de este atentado solo tenemos su declaración que, por demás, fue bastante vaga. La historia ha demostrado que Fanni era inocente, se sabe que fue otro grupo de personas quienes perpetuaron el magnicidio. ¿Cómo encargarle una tarea de esta índole a una mujer medio ciega que no distinguía el rostro de las personas? ¿Por qué se autodelató? Quizás cansada de una vida de fracasos y el abandono de su amado Victor Garski.

Cuando ocurren magnicidios de este calibre y cuando hay cosas que no encajan una con otras, pues es lógico pensar en complot. Sabemos cuántas teorías de complot se han tejido alrededor de Joseph Kennedy, de Abraham Lincoln y del intento de asesinato de Juan Pablo I. Uno de los elementos que llaman más la atención es que el revólver presentado como prueba del delito (en el que no había huellas dactilares de ninguna índole), tenía en su cartucho cuatro balas faltando solo dos. Esto no justificaba los cuatro orificios en el abrigo de Lenin. Fue Yákov Sverdlov el que dio fin a la vida de Fanni Kaplán sentándola en un coche y dándole un tiro en la nuca. Posteriormente introdujeron el cadáver de un gran tanque y la incineraron. Este fue el triste y cruel fin de una pobre joven que tenía la intención de mejorar las condiciones de vida de su pueblo.

(*)Traductor, intérprete y filólogo.

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