sábado , 18 octubre 2025

“Alicia en el País de las Maravillas”

Franck Fernández (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Cuando alguna mujer me anuncia que está embarazada, siempre me atrevo a decirle que considere para el próximo integrante de la familia, tanto sea niño como niña, un nombre que comience con la letra A.

Tengo la impresión de que, tanto para hombres como para mujeres, los nombres que comienzan con la letra A son elegantes y de hermosa pronunciación. Seguramente es solo una impresión personal. No puedo dejar de pensar en esta impresión mía sobre los nombres que comienzan con la letra A cuando escucho el nombre Alicia. He tenido familiares, incluso una querida amiga, con ese hermoso nombre que comienza con la letra A.

El origen de ese nombre es germánico. Originalmente era Adelheid, al francés pasó como Adélice y luego a Alicie. El resto de la historia de cómo pasó de un país a otro ya es historia evidente. El significado de ese lindo nombre, Alicia, es “de noble nacimiento”, “perteneciente a la nobleza”, lo que aporta agua al molino de mi creencia en el poder de los nombres que comienzan por A.

Ha habido muchas Alicias en la historia, desde encumbradas nobles hasta bailarinas de fama mundial.

También es el nombre que tomó el escritor inglés Charles Lutwidge Dodgson para escribir su conocida novela “Alicia en el País de las Maravillas”. Esa novela fue publicada por primera vez en 1865. La génesis de esta novela se relaciona con una hermosa tarde de verano del año 1862, cuando Carroll, matemático y diácono anglicano en la Universidad de Oxford, hizo un paseo en barca por el río Támesis con tres niñas: Lorina, Edith y Alice Liddell, hijas del decano del Christ Church College, siempre de esa famosa ciudad universitaria.

Durante aquel paseo, Carroll improvisó una historia fantástica para entretenerlas. La pequeña Alice quedó tan encantada con el relato que le pidió que lo escribiera. Y fue así como Carroll obedeció. Dos años después, entregó una versión manuscrita titulada “Alicia bajo tierra (Alice’s Adventures Under Ground)”, ilustrada por él mismo.

Más tarde, expandió y editó la obra, añadió nuevos episodios y encargó ilustraciones a John Tenniel, dando nacimiento a la versión que conocemos hoy: “Alice’s Adventures in Wonderland”.

La historia sigue a Alicia, una niña curiosa y rebelde que, aburrida de una lección junto a su hermana, ve pasar un conejo blanco que habla solo con chaleco y reloj. Impulsada por la curiosidad, lo sigue hasta su madriguera y cae por un largo túnel, iniciando su viaje por el extraño y absurdo País de las Maravillas.

Allí se encuentra con un mundo donde la lógica del mundo real no aplica: crece y se encoge sin explicación por comer o beber cosas, conversa con animales que filosofan, asiste a fiestas sin sentido y se enfrenta a figuras autoritarias como la Reina de Corazones, a la que no podemos olvidar por su grito: “¡Que le corten la cabeza!”. La novela concluye cuando Alicia, en medio de un juicio absurdo, se rebela contra el sinsentido del lugar, declarando que todos son solo un montón de cartas. Entonces, despierta de lo que en realidad era un sueño.

Aunque “Alicia en el País de las Maravillas” es considerada literatura infantil, contiene profundos niveles de lectura. Sin embargo, a pesar de ello, el País de las Maravillas es una sátira de las estructuras rígidas de la lógica formal y la educación victoriana. Alicia cambia de tamaño, se cuestiona quién es y experimenta un mundo que cambia a su alrededor constantemente, metáfora del paso de la niñez a la adolescencia. Algunos personajes representan tipos sociales de la Inglaterra victoriana, casi siempre con una educación rígida y sin sentido.

El éxito de la primera novela motivó a Carroll a escribir una secuela: “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí” (1871). En esta nueva novela, Alicia atraviesa un espejo y entra en un mundo nuevo, estructurado como un tablero de ajedrez. Allí encuentra personajes como Humpty Dumpty, Tweedledee y Tweedledum y la Reina Roja. Los dos libros que le debemos a Carroll se han convertido en grandes clásicos de la literatura universal y sus frases y personajes han pasado a la cultura global. El término “Alicia en el País de las Maravillas” se usa hoy para describir estados alterados de conciencia, psicodelia, fantasía o lógica onírica.

La riqueza visual y simbólica de Alicia ha generado decenas de adaptaciones cinematográficas, televisivas y teatrales. En el cine, la primera adaptación fue tan temprano como 1903, de apenas 12 minutos. Ahora bien, sin lugar a duda, la mejor representación cinematográfica se la debemos una vez más, como suele ser el caso con otras historias infantiles, a la versión animada de Walt Disney de 1951.

En su película, Disney se permite la libertad de tomar elementos de las dos novelas, “Alicia en el País de las Maravillas” y de “A través del espejo”. Con música, colores vivos y personajes caricaturescos, convirtió a Alicia, al Sombrerero y al Gato de Cheshire en íconos culturales

Por su parte, los japoneses se han inspirado en los personajes de estas dos novelas para sus famosos anime y manga. Hasta en videojuegos encontramos a nuestra Alicia en una versión de 2000 donde la encontramos traumatizada en un manicomio.

“Alicia en el País de las Maravillas” ha sabido sobrevivir al paso de los años y también se ha reinventado continuamente. Alicia nos enseña lo que es crecer, cuestionar, soñar y romper con la lógica rígida del mundo de los adultos. Su lenguaje, personajes y atmósfera siguen inspirando obras en arte, música, filosofía, neurociencia y cultura popular. Más de 150 años después de que Charles Lutwidge Dodgson escribiera sus gloriosas novelas infantiles, Alicia sigue cayendo por aquella madriguera del conejo y nosotros no dejamos de seguirla, encantados de acompañarla.

(*) Traductor, intérprete, filólogo.

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