“Ahí lo veo”
María del Mar Boeta Madera (*)
Publicado en Diario de Yucatán
La lengua española dicta reglas sin márgenes de duda. La formación de frases, conjugaciones, pronombres y tiempos son establecidos en sinnúmero de textos para evitar malentendidos.
Aunque, con humildad, permito sugerir que falta un volumen (o dos) que expliquen con lujo y detalle el significado de las siguientes expresiones:
“Ahí lo veo”: ¿Qué realmente deseamos decir? ¿Qué tenemos frente a nosotros cierto objeto, persona o lugar? ¿Pretendemos afirmar que el sentido de la vista funciona en plenitud? Porque en la aplicación práctica, lo utilizamos como: “Me ocuparé de ese asunto, no sé cuándo, puede ser mañana, pasado o nunca, pero pues pienso ponerle algo de atención”.
Sobre la palabra “Ahorita” he oído numerosas acepciones. Debido a su uso, también he sido testigo de conflictos serios derivados en rupturas familiares. Por ejemplo, si agendamos una cita y nos retrasamos, muchas veces avisamos a la contraparte que “ahorita voy”, a pesar de que en ese momento disfrutemos de un delicioso baño de agua caliente.
Desde luego, quien nos espera entiende que “ahorita” realmente es ahora, tiempo real, y no es lo mismo tolerar 5 minutos que 45 minutos. Y aquí es cuando se destrozan lazos de amor.
Otro caso es “Ven acá”. Si estamos en divertida charla, tratando sobre los avatares del mundo, y súbitamente me dicen “oye, ven acá”, pues me pararía y me dirigiría al lugar espacio-tiempo de mi interlocutor. Sin embargo, lo más probable es que su “ven acá” sea un símil de “préstame más atención porque te voy a contar algo mejor”.
Similar es “Mañana lo vemos”. Usted lo puede escuchar, incluso dar voto de confianza y creer que el problema que lo obligó a solicitar ayuda y obtuvo un “mañana lo vemos” realmente se solucionará el día siguiente. Pero en el fondo del corazón está consciente que educadamente le están dando largas. O no.
En Yucatán tenemos el “negociante”, “el negocio”, “el cosito del coso” y una expresión muy característica que es el “¿Ah?, ¡Ah!”, utilizada innecesariamente en las pláticas. No tiene razón de ser, no aporta nada, pero siempre está presente.
Me permito ejemplificar:
-¡Hola! ¿Cómo estás?
-¿Ah? Muy bien, ¿y tú?
-¿Ah? También, también, trabajando duro.
-¡Ahhhhhhhhhhhhh!
Y punto final.
Es un lenguaje empírico, me permito sugerir.— Mérida, Yucatán.
maruchan.boeta@gmail.com
Antropóloga y periodista