jueves , 11 septiembre 2025
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¿Galvanizadora?

Denise Dresser (*)

Fuente: Diario de Yucatán

Xóchitl Gálvez es el factor sorpresa en la política mexicana. En una contienda que ya se había vuelto predecible, introduce el elemento de la impredecibilidad.

En una competencia donde la única duda era la identidad de la corcholata destapada por un hombre, ella irrumpe como otra botella, pero autodestapada por una mujer. Y así, de manera disruptiva, de forma desparpajada, cambia las reglas del juego determinadas por López Obrador.

Al cerrarle las puertas de Palacio Nacional, AMLO le abrió las puertas de su candidatura presidencial.

Ella ya no está pidiendo permiso para que la dejen entrar. Piensa patear la portería, acompañada de quien se sume. Pero su éxito dependerá de cuántas vallas tendrá que derribar para llegar hasta ahí. Y si podrá galvanizar el voto suficiente para remontarlas. A favor tiene su biografía, su trayectoria, su capacidad para comunicar y confrontar. Por más que el oficialismo se esfuerce en distorsionar de dónde viene y quién es, será difícil presentarla como candidata de la oligarquía, panista privilegiada, florero foxista.

Mientras Claudia bailaba ballet y estudiaba en Berkeley, Xóchitl vendía gelatinas y luchaba por llegar a la UNAM. Mientras Marcelo hacía grilla política, Xóchitl construía edificios inteligentes. Mientras Adán Augusto coleccionaba relojes, Xóchitl portaba huipiles. Mientras AMLO daba instrucciones al PRD para votar a favor de la “Ley Televisa”, Xóchitl manifestaba su oposición.

No ha sido una mujer sumisa, ni una política amaestrada, ni una legisladora doblegada. Al contrario, su insubordinación es problemática para su propio partido, en cuyas filas milita, pero de cuyas posiciones se distancia. Y esa autonomía irritante es un arma de dos filos. Le ayuda ante el electorado cansado de las burocracias partidistas, pero le perjudica porque tiene que convencerlas. Le ayuda frente a los votantes que no quieren votar por el regreso del pasado, pero le perjudica entre Marko Cortés y Alito Moreno que lo representan.

No la vieron venir, y no están necesariamente convencidos de dejarla pasar. Xóchitl es un fenómeno inesperado, que —de pronto— los ha rebasado. Porque desafió al Presidente y lo encaró. Porque se vistió de dinosaurio y lo gozó. Porque no creció a la sombra de un hombre y se nota. Se ríe del Presidente, pero también de sí misma.

Entiende que la única forma de contrarrestar la narrativa performativa del lopezobradorismo es arrebatándola, mejorándola, y perfeccionándola. Comprende que para hacer política hay que saber comunicar, hay que saber conectar, hay que saber emocionar. Ningún candidato de la alianza opositora reúne esas características, y eso explica por qué ella ha despegado.

Xóchitl puede representar un antídoto al populismo, una apuesta al feminismo, una recuperación del progresismo, si la dejan, y si construye una opción más allá de la mercadotecnia. Si ofrece propuestas para reconstruir al Estado y regular el mercado. Si propone más crecimiento con mejor redistribución.

Si promete unión en vez de polarización, un gobierno competente en lugar de un gobierno beligerante, un capitalismo innovador en lugar de un capitalismo oligárquico, un plan para pacificar y también desmilitarizar.

Si admite los errores de administraciones anteriores junto con la deuda política y social que dejaron tras de sí.

Su candidatura tendrá que ser disruptiva, o no será. Su propuesta tendrá que ser más que la resurrección del PRIAN, o nacerá muerta.

Ante la irrupción imprevista de Xóchitl, a AMLO se le percibe descolocado, desubicado. No tiene más respuesta que catalogarla como candidata de Claudio X. González porque no encuentra otra manera de desacreditarla. No sabe responder ante la independencia de una mujer, y —como a las que llevan años retándolo desde las calles— le niega agencia.

Será porque está rodeado de quienes no la tienen: Claudia Sheinbaum esperando el dedazo, Luisa Alcalde siguiendo sus instrucciones para atacar a la Suprema Corte, las gobernadoras componiéndole odas y le rindiéndole pleitesía.

En Xóchitl se enfrenta a una mujer que le arrebata reflectores, le disputa la narrativa, les quita atención a las corcholatas y exhibe cuán subyugadas son, cuán doblegadas están.

En solo unos días Xóchitl ha soltado una corriente eléctrica, obligando a todos en el sainete de la sucesión a moverse. Sabe electrizar. Le falta saber cómo galvanizar y ganar.— Ciudad de México.

denise.dresser@mexicofirme.com

(*)Periodista

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