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2025, 40 años: el sismo reveló las condiciones laborales de las costureras, hoy no han cambiado

Por: SemMéxico

  • Enfrentan despidos masivos, salarios precarios y trabajo a destajo
  • En 1985, 600 costureras quedaron bajo los escombros, crearon sindicato y cooperativas, pero nada cambió, aun talleres clandestinos
  • Cuatro décadas después el gobierno capitalino declara al Monumento Patrimonio Cultural e Histórico, pero en el centro todavía talleres donde las encierran

Sara Lovera

SemMéxico, Ciudad de México, 19 de septiembre 2025.- Como si el tiempo se hubiera detenido, en el centro de la Ciudad de México, hay talleres de costura donde las obreras son encerradas y obligadas a trabajar, afirma contundente el abogado laboralista Manuel Fuentes Muñiz y una de las sobrevivientes del 19 de septiembre de 1985, Leticia Olvera, señala que, en 2025, la explotación, los malos salarios, la falta de seguridad social y la explotación continúan.

En el 40 aniversario del terremoto de 1985, en que se reveló la explotación de las costureras y 600 de ellas quedaron bajo los escombros, al Gobierno de la Ciudad de México decretó como Patrimonio Cultural e Histórico de la Ciudad de México el monumento a «La Costurera», localizado en avenida San Antonio Abad y Manuel J. Othón, en la colonia Obrera, como colofón de una cadena de “reconocimientos” en años recientes.

La Circula Feminista y el Centro de Reflexión y Acción Laboral, CEREAL, sostienen que las condiciones de quienes laboran en “la industria de la moda”, son idénticos a lo que sucedía hace 40 años, más de 600 mil trabajadoras están subcontratadas y de 390 mil  lo hacen sin salario, 65 por ciento son mujeres; las jornadas son extenuantes.

CEREAL advierte de cientos costureras en comunidades semi-rurales de Zapotlanejo, Jalisco, son explotadas; en Chihuahua recientemente hubo protestas y en Puebla, sobre todo en Tehuacán, los talleres son precarios.

En Zapotlanejo, Jalisco, cientos de mujeres costureras enfrentan condiciones laborales precarias, caracterizadas por bajos salarios, largas jornadas y falta de derechos laborales. Estas mujeres son la columna vertebral de la industria textil local, pero viven en una constante lucha por alcanzar un sustento digno para sus familias.

La Cámara Nacional de la Industria del Vestido asegura que hasta en los últimos ocho trimestres se han perdido aproximadamente 80 mil empleos debido a la competencia desleal de países asiáticos y al contrabando de productos textiles.

Según información de INEGI hay en el país más de un millón 74 mil 26 trabajadoras formales de la costura, el 1.3 del personal ocupado formalmente en toda la manufactura nacional y confirma que los salarios mensuales no llegan más que a 6 mil pesos, mil 200 semanales.

El sismo de 1985 evidenció las condiciones indignas y de explotación en las que trabajaban las costureras, incluso con castigos y torturadas, el 19 de septiembre de 2017 el suceso se repitió, esa vez en las calles de Bolívar y Chimalpopoca de la colonia Obrera, en esta ciudad. Declaraciones vecinales algunas de las costureras desempeñaban su trabajo en un sótano bajo llave, por lo que no pudieron desalojar el edificio a tiempo. Gracias al esfuerzo comunitario, se logró rescatar a 49 de trabajadoras entre los escombros.

En 1985 se supo todo de manera descarnada y aunque eso no ha cambiado, dice el abogado Fuentes Muñiz, este 19 de septiembre al recordar cómo murieron bajo los rollos de tela “ninguna acción puede reivindicar, las muertes. Hubo alejamiento del gobierno para inspeccionar esos inmuebles peligrosos, antes y ahora. Algunas de ellas no fueron identificadas, el pago que se pudo lograr no resarció las pérdidas humanas.

Explicó que la situación laboral de las mujeres sigue siendo un tema dramático al no haber vigilancia laboral para que los patrones cumplan con la ley, sólo en la Ciudad de México hay 440 mil centros de trabajo y sólo 25 inspectores, el 38 por ciento de mujeres que trabajan –ocho millones- están afiliadas al IMSS, de ellas el 60 por ciento tienen ingresos muy bajos y el 80 por ciento de las trabajadoras con hijos-hijas son madres solteras, lo que las expone a una mayor explotación laboral.

Para Fuentes Muñiz las mujeres en situaciones complejas, como las costureras, que en 1985 integraron el Sindicato 19 de Septiembre y ahora no existe, por lo que están a la vera de la injusticia laboral cotidiana. Su situación es casi idéntica que entonces.

Las trabajadoras de Teléfonos de México se han reinventado

El 19 de septiembre de 1985 alrededor de 600 costureras perdieron la vida entre pesados rollos de tela y las estructuras que se derribaron a las 7:19 horas. Hace 40 años, textual, se levantaron de los escombros las trabajadoras de la costura. Hace 40 años también se levantaron las mujeres telefonistas. El sismo del 19 de septiembre puso a prueba no sólo la respuesta de un gobierno, el de Miguel de la Madrid, sino a la justicia obrera, que no llega.

Las 600 costureras que perdieron la vida a las 7:19 horas, se trataba del primer turno de trabajadoras que recién había comenzado su jornada. De forma paralela, unas diez telefonistas quedaron atrapadas en el edificio de la calle de Victoria, en el corazón de la ciudad, donde se hallaba la base central del servicio telefónico.

Recordar a unas y otras, sin conmiseración, es verlas plenas y empoderadas frente a una desgracia “natural” y como siempre lo que está detrás: la negligencia, la irregularidad, la corrupción.

Los talleres de costura se mostraron plenamente, en su interior las peores formas de trabajo, ahora llamado eufemísticamente, trabajo precario o indecente. Ahí, se precisó, había mal trato, castigos, pagos miserables y una combinación de trabajo a pago semanal con pago a destajo: resultado 11 o 12 horas por jornada y lo que hoy sería a precios constantes 900 pesos a la semana.

En Teléfonos de México se abrió la grieta definitiva entre la modernización tecnológica y el ajuste estructural. Las operadoras, 38 años después, son un puñado entre más de 34 mil trabajadores y trabajadoras. La reestructuración implicó lo que también, para ocultar el sentido, se llamó “jubilación anticipada” y, sin embargo, la capacidad de organización permitió a las telefonistas varias cosas: ir a otros puestos, recibir capacitación, salvar su contrato colectivo y mantener un gremio, con todo, unido. Y más aún, las telefonistas lograron introducir lo que hoy se llama visión de género en su contrato de trabajo. Y fueron promotoras de una corriente sindical feminista. No sin esfuerzo.

Las costureras fundaron varias cooperativas y un sindicato. Crearon reglas laborales totalmente nuevas y sólo la corrupción hizo posible que tal y tan importante proyecto no pudiera crecer y ampliarse, combinado con la realidad de la industria del vestido abatida por la apertura comercial y el ingreso millonario de ropa proveniente de China, en los últimos 35 años.

Esta narrativa sólo por recordar sin victimismo, que es posible que la confianza y capacidad de las mujeres, enfrentadas a situaciones límite, consiguen generar cambios hacia adelante. De las dirigentes telefonistas, Rosario Ortiz ha sido diputada suplente y diputada federal; ha laborado en la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo del Distrito Federal, convencida de la lucha obrera, como fuente de bienestar, politización y cooperación a la democracia, sin eufemismos. Es hoy dirigente de la Red de Mujeres Sindicalistas.

¡Nadie tenía idea!

Hace ocho meses en un salón de la colonia Narvarte se citó a una “pasarela de moda”, y quienes asistieron no encontraron en bellas modelos diseños de primavera o de otoño, sino a un grupo de mujeres que presentaron en improvisadas cartulinas, datos duros sobre la explotación de más de 400 mil trabajadoras de esa industria que incluye calzado, indumentaria y accesorios, donde todavía entre quienes laboran sin salario, el 65 por ciento son mujeres.

Hace 10 meses, se hizo la primera demostración pública de esta situación, por lo que hubo que leer mensajes de datos duros sobre la condición laboral, la precariedad de las trabajadoras de lo que hoy, eufemísticamente se llama industria de la indumentaria; hace 40 años el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Costura, la Confección del Vestido, Similares y Conexos, 19 de Septiembre, denunció, documentó y demostró que ahí, en los talleres del vestido había una  explotación que no tenía límites. Algo cambio, pero muy poco.

Hoy hay datos duros de cientos de fábricas. La Circula Feminista de Análisis Jurídico, informó al Senado de la República en un foro de “análisis” que las condiciones de quienes laboran en “la industria de la moda” son idénticos a lo que sucedía hace 40 años, más de 600 mil trabajadoras están subcontratadas y de 390 mil que trabajan no tienen salario, 65 por ciento son mujeres; que las jornadas son extenuantes y que esa industria que propone a la sociedad paradigmas de prestigio y estatus social, tiene como fondo trabajo precario, inhumano y sin derechos laborales.

De la lucha de las costureras hay claroscuros. Hablé con algunas mujeres dirigentes originarias de aquel sindicato, su vida cambió, individualmente, pudieron crecer, ver otros horizontes y algunas de ellas siguen militando en el movimiento social feminista; otras continuaron en las fábricas abriendo camino a las trabajadoras, unas más, como Lupe Conde, enseñó corte y confección en las escuelas técnicas. Evangelina Corona, quien encabezó al sindicato nacional, fue asambleísta y todavía a su avanzada edad continuaba laborando en una dependencia pública. Murió el 5 de enero de 2021.

Miles y miles a lo largo de estos 40 años perdieron el empleo y sus huellas se perdieron. Pero cada una, integrante o trabajadora de las más de 400 fábricas que estuvieron levantadas durante tres años, en un campamento en plena avenida Tlalpan, seguramente contribuyó a una corriente que 38 años después ha podido abrir al trabajo político de género, cientos de espacios donde las mujeres están conscientes de que el trabajo por la igualdad empieza a tener sentido.

En 2015 hubo un conversatorio sobre el sismo de 1985, ahí también se recordó cómo decenas y cientos de vecinas del centro se levantaron para rearmar sus casas derruidas por el terremoto; conocieron a otras mujeres, siguen en la pelea urbana, construyen casas, armaron solidaridades y sus hijas e hijos, encontraron otras rutas. De ellas Yolanda Tello fue diputada; se crearon varias organizaciones sobrevivientes al tiempo y a las contradicciones. Aparecieron hace unas semanas en una reunión de sindicatos independientes y reafirmaron su decisión de rescatar la contratación colectiva. Se sienten unidas a lo que hoy se llama industria de la moda.

Los sismos del 85 dejaron más. Según los analistas y quienes tomaron nota y siguieron las huellas de estas nuevas conciencias, han coincidido en que esa grieta profunda y “natural” producida el 19 de septiembre de 1985, hizo que se levantara una luz de democracia y reorganización de grupos, trabajadoras, asociaciones civiles y nació una nueva alternativa política de izquierda. Que ha dado sus frutos. Me dirán que está en crisis, si claro, las crisis nos abren nuevas ventanas y nuevos caminos, habría que abonar en positivo al futuro.

Sin cambio hoy el Monumento hoy declarado patrimonio histórico

A un lado del Hotel Amazonas, en la Calzada de Tlalpan, una de las principales arterias de la capital mexicana, se aprecia un monumento de fierro, aún en pie, representando a una costurera, cómo inerte testimonio de la lucha emprendida en septiembre de 1985 por las costureras del entonces Distrito Federal, luego de la sorprendente y trágica revelación de sus lamentables condiciones laborales.

Levantadas sobre los escombros ya que el sismo dejó atrapadas más de 600 costureras en decenas de edificios de la avenida San Antonio Abad, de las calles de Uruguay, Belisario Domínguez, Perú y José Ma. Izazaga, donde se concentraban pequeñas fábricas y talleres de confección, establecimientos hoy desolados– unas ochocientas costureras de 40 fábricas, de las más de 11 mil afectadas de 400 establecimientos por el terremoto del 19 de septiembre de 1985, lucharon más de tres años por sus derechos y sus puestos laborales. Protestaron y marcharon por las calles; organizaron mítines y alzaron un campamento.

Sin más recursos que el coraje y la razón, fundaron el 22 de octubre de 1985 el Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre, encabezado por Evangelina Corona, Alicia Cerezo, Guadalupe Conde, Leticia Olvera y Alejandra Martínez, entre muchas otras.

Organizadas y apoyadas por muy distintos grupos, enderezaron más de 345 demandas ante la Junta de Conciliación y Arbitraje, lograron convenios para dos mil trabajadoras en cerca de cien empresas, con indemnizaciones de aproximadamente 429 millones de pesos. En 84 empresas de la confección y del vestido hubo conflictos de carácter laboral, resueltos y/o archivados, con soluciones de una lentitud ofensiva.

Entonces había exceso de oferta laboral. Hoy hay despidos. Las costureras laboraban 11 horas diarias; trabajaban a destajo, no tenían horarios de comida, les pagaban centavos por cada costura, vivían humilladas y sin derechos laborales. Cientos de talleres operaban fuera de la ley. Lo mismo sucede tres décadas después. Fueron tres intensos años de lucha, ellas en pie. Firmaron condiciones nuevas de trabajo, formaron dos cooperativas; crearon una guardería, se unieron a organizaciones sociales/feministas, pero 30 años después, el sindicato sólo representa a cinco empresas, tres de ellas fuera de la capital, en Irapuato, Guanajuato. Hoy, las condiciones de unas 10 mil trabajadoras no han variado.

Este septiembre al caminar por San Antonio Abad, Izazaga, 20 de Noviembre, Manuel Doblado, Belisario Domínguez, Paraguay, Ecuador y Perú, puede verse que los antiguos talleres desaparecieron en su lugar hay centros de venta de ropa importada que comercializan vestidos de fiesta y pantalones, trajes, sacos y faldas adocenadas provenientes de la maquila internacional.

En mayo de 2015, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ofreció a la Cámara de esa industria un apoyo de 450 millones de pesos, pues sólo en 2014 entraron al país 150 millones de prendas de vestir procedentes del extranjero. Diez años después los empresarios siguen quejándose y despiden a las costureras, como en Jalisco y Puebla.

Símbolo encarnado

Frente al lastimado monumento metálico en Tlalpan donde se alzó durante varios años el campamento de las costureras en lucha, que funcionaba como refugio y centro de las movilizaciones, se aprecia un tendejón derruido y gris, donde comenzaron las operaciones del sindicato. Los restauraron más tarde.

Cuatro décadas después, aunque no se sabe quién administró y vendió parte de ese terreno, en 2024 se expropió, dice Alejandra Martínez, la última secretaria general plantea que en estas décadas la industria se ha reducido; hay, como antes, talleres clandestinos, ubicados desde los años sesenta en Ciudad Netzahualcóyotl; hoy se multiplican en Tlaxcala.

Hace 10 años hubo una huelga que duró más de 38 meses en la fábrica Cartagena, símbolo encarnado: 21 costureras la sostuvieron, bajo la lluvia y en contra del desprecio y el olvido de Ernesto Kuri Serú, propietario de la fábrica, quien provocó el paro por negarse a pagar un solo derecho de estas costureras. Nunca tuvo solución esta huelga.

Finalmente, en 2006, el Gobierno del Distrito Federal adquirió el terreno y otorgó un comodato a las costureras, quienes para entonces habían perdido el registro del sindicato y se convirtieron en una asociación civil que es una escuela de derechos laborales, profesionalizando a hombres y mujeres y reconstruyendo el archivo histórico del sindicato.

En el recuerdo de Alejandra estuvo la fábrica de vestidos Read, donde el sindicato operó durante 20 años. Ahí se hacían los vestidos de fiesta, con canutillo y tul; los trajes de novia, otros más de telas finas. Eran 40 las costureras que vieron cerrar el establecimiento en 2004. El combate contra el sindicato fue feroz, nos dice Alejandra.

Los símbolos sin soluciones

En estos años el gobierno de la Ciudad de México ha querido reivindicarlas, con acciones que no resuelven, como la donación oficial de un predio en 2024 y el renombramiento de un centro comunitario como “Evangelina Corona” en honor la primera secretaria general del ahora desaparecido sindicato de Costureras 19 de Septiembre. La reivindicación en 2025 se mantiene enfocada en la necesidad de una unión fuerte para defender sus derechos, superando el temor y la humillación.

Acciones de supuesta reivindicación

Reconocimiento y Homenaje: El gobierno ha reconocido la historia y la lucha de estas costureras  dedicando espacios y conmemoraciones para recordar a las compañeras que fallecieron tras el sismo de 1985.

Este día “Se declara como Patrimonio Cultural e Histórico de la Ciudad de México el monumento denominado «La Costurera», el cual se encuentra ubicado en Avenida San Antonio Abad y Manuel J. Othón, Colonia Obrera, en la demarcación territorial Cuauhtémoc en la Ciudad de México”, se lee en el decreto publicado en la Gaceta Oficial de este viernes. Tendencias y Materiales.

Entrega de un Predio: En enero de 2024, el Gobierno de la Ciudad donó oficialmente un predio a la Asociación Costureras y Costureros 19 de Septiembre, concretando así una lucha iniciada años atrás y apoyando su trabajo en la defensa del gremio.

Homenaje en un PILARES: En 2023, se renombro el centro comunitario PILARES en San Antonio Abad como «Evangelina Corona», en honor a esta activista que fue parte importante en la lucha por los derechos de las costureras.

Un cambio de vida

A Leticia Olvera la lucha obrera le cambió la vida. Militante de Mujeres en Acción Sindical tras el sismo de 1985, hoy mira el pasado con enojo. “Muchas fábricas cerraron apenas nos organizamos”, recuerda. Tal fue el caso de la de ropa íntima Cárnival. Hoy Leticia lucha para que sobreviva una organización de proyectos productivos, y aprendió que además de los derechos laborales, las mujeres necesitan igualdad y derechos sexuales y reproductivos.

Alicia Cerezo reconoce que su vida dio un giro de 90 grados. También se hizo feminista, pero advierte que miles de sus compañeras quedaron atrapadas en una condición lamentable y sostiene que el fracaso del sindicato está ligado a los intereses patronales y al sindicalismo espurio. Las costureras, tal y como fuimos antes, han desaparecido.

Alejandra Martínez reafirma que las costureras pagadas en nómina no logran más de mil 700 pesos semanales, y en este 2025 las que trabajan a destajo reciben sólo dos pesos al día por prenda cosida. Las jornadas se extienden hasta por 10 o 12 horas diarias. “No hubo cambio ni hay inspectores en los talleres, ni protección, ni se cumple con el salario mínimo profesional, ni se conmueve la Secretaría del Trabajo”, afirma.

Hoy las grandes tiendas departamentales contratan a empresas de dudoso origen, las llamadas outsourcing, explica el abogado Manuel Fuentes, uno de los principales  defensores de las costureras, quien añade que, donde hay pequeñas fábricas, existen contratos de protección, es decir, contratos de trabajo que proponen las centrales obreras, sin organizar a las trabajadoras en sindicatos y que sirven para encubrir a la patronal. El abogado de Cartagena, Eduardo Díaz, confirma que quienes laboran en la costura lo hacen sin derechos.

Sin embargo, el valor de las ventas se estima en 29.6 mil millones de dólares (USD) en 2024, con una proyección de crecimiento del 4.9 por ciento hasta 2034. Para 2025, se espera que el sector continúe su expansión, impulsado por el comercio electrónico y la creciente demanda de moda ética y segunda mano.

La ropa popular es china o proveniente de talleres outsourcing que contratan El Palacio de Hierro, Liverpool o Sears, empresas que reciben ropa cortada por diseñadores, con telas importadas y confección pagada a precios irrisorios, informan Eduardo Díaz, Alejandra Martínez y Manuel Fuentes.

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Historias

Una de las características que definió a la industria que ya tiene más de un siglo de vida, fueron los talleres familiares. En 1985, la mitad de la producción se hacía en estos talleres, ubicados en el Estado de México, hoy en Tlaxcala y en los alrededores de la ciudad de México y de otras capitales, los patrones se ahorran millones de pesos en impuestos.

Para las costureras del Distrito Federal, pese a la reducción de la industria por la competencia internacional, la situación actual es semejante a la de esa época.

Una descripción detallada de lo que sucedía en las pequeñas fábricas se lee en un estudio realizado por la Secretaría del Trabajo en octubre de 1985. En el documento sin firma, el anónimo autor señalaba:

“A medida que los medios de comunicación se adentraban en el caso de las costureras, salían a la luz las terribles condiciones de trabajo con que operaba la industria en general y la casi total inexistencia de protección sindical. Así, se supo que las costureras trabajaban jornadas de más de ocho horas diarias, ya que se le pagaban a destajo, lo que las forzaba a cumplir con cargas de trabajo muy altas; que a menudo había sanciones muy rigurosas por retardos y faltas, y que, dado que existía abundancia de mano de obra disponible, las amenazas de despido resultaban frecuentes y los salarios que se pagaban en muchos casos eran menores que el mínimo. También se supo que muchas veces los empresarios firmaban contratos por una semana con sus trabajadoras para evitar así registrarlas en el Seguro Social.

“Para evitar robos en las empresas, se afirmó que en algunos talleres las trabajadoras eran sometidas a rigurosas revisiones y, en algunos casos, los dueños cerraban con llave los accesos a los talleres mientras las obreras estaban trabajando. Varias versiones de personas presentes durante el sismo sostenían que por esa razón muchas trabajadoras no habían podido salvar sus vidas.

“Estas denuncias provocaron serios reclamos a las organizaciones obreras y a las autoridades del trabajo. El líder de la CTM, Fidel Velázquez, afirmó que la industria textil, principalmente en el rubro de la confección de ropa, era uno de los ramos más incontrolables desde el punto de vista sindical, pues se manejaba en la clandestinidad desde hacía varios años en talleres escondidos con una marcada explotación de la mano de obra, en los que no se pagaba ni el salario mínimo y se negaban prestaciones sociales. Por su parte, el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Textil, afiliado a la CTM, Adolfo Gott Trujillo, indicó que la mayoría de los trabajadores que laboraban en los talleres donde se confeccionaba ropa no estaban afiliados a ningún sindicato. Sólo una minoría estaba organizada en pequeños sindicatos desconocidos.

Esta realidad hizo nacer al Sindicato, cuya vida se extinguió.

SEM/sl/sj

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